Enemigo del sol, los rayos de luz lo ciegan.
Noctámbulo, debe buscar un escondite en algún recoveco de cualquier edificio de la Ciudad.
El campanario de la iglesia será su refugio.
Los insectos su almuerzo.
Escondido en las alturas parece uno ovillo negro, repliega sus alas como si fueran manos humanas.
Desde allí será mudo testigo de todo lo que ocurre en la avenida.
El tráfico incesante apenas se detiene ante los semáforos.
Nadie respeta la senda peatonal, poco importa que los niños salgan de la escuela.
Los guardapolvos blancos hacen piruetas para llegar a la otra vereda.
En la puerta de una renombrada casa de cambios todos miran la pizarra, puntos rojos como la sangre dibujarán números beneficiosos para algunos, inalcanzables para otros que quieren resguardar en moneda extranjera sus magros sueldos.
El agente cansado detiene a un automovilista que ha cometido una infracción, labra un acta, discuten acaloradamente, la ley no es pareja para todos, poco importa.
El sacerdote mansamente sube los peldaños, doce campanadas anuncian el mediodía.
El ruido asusta al murciélago, huye hasta otro edificio, sabe que su aspecto tenebroso causa miedo.
La gente se dispersa.
Un nubarrón negro como sus alas preanuncia la tormenta, saetas violetas nacen en el cielo.
El agua cae sin piedad, la cortina líquida no representa un obstáculo para que él siga observando.
Un taxi se detiene junto al cordón de la vereda en el interior una mujer hermosa busca cambio en su cartera para pagar el viaje.
Viste de negro, segura en sus botas altas cruza la calle.
El sombrero que lleva oculta el rostro de la desconocida.
Apurada cubre sus manos de mármol con guantes de cuero.
La lluvia arrecia con fuerza, el tránsito es un caos, el agente que custodiaba la esquina busca guarecerse en un negocio cercano.
El murciélago observa todos los movimientos, la oscuridad de la tormenta lo permite.
Gritan los truenos, nadie escuchará el disparo.
Ella carga en su bolso el producto del robo.
La sangre de la víctima se diluye en el agua.
No deja rastros, un auto la espera.
El cielo se despeja, las nubes parecen ángeles custodiando el universo.
El pequeño mamífero alado jamás podrá señalar a la asesina.
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