Todas las tardes al salir de su trabajo comenzará su rutina de hace años, salir a trotar por la playa.
Cambia el traje por ropa deportiva.
El sol se esconde detrás de los cerros, cientos de gaviotas acompañan los barcos de los pescadores.
Se detiene un momento, el aleteo parece un ballet, el plumaje blanco otorga otro colorido al cielo.
Armoniosos se juntan los púrpuras y rosados de un atardecer que debe ceder el paso a la luna para que grandiosa aparezca vestida de plata encendiendo las estrellas más remolonas.
Cruzando el muelle saca del bolsillo del pantalón una botella de agua.
Antes no había reparado en la mujer de tez blanca que está sentada en la arena.
La saluda con la mano, ella no responde.
Llama su atención la vestimenta de la mujer, la túnica negra resalta la blancura de su rostro.
Las manos blancas arrojan trozos de caracoles al agua, tal vez vuelvan adheridas a la arena, quizás prefieran descansar en el fondo azul océano.
Siempre la encuentra sentada al borde de las olas, pareciera que no quiere que el sol manche su nívea piel.
Regresa a su casa sin dejar de pensar en esa mujer sola, imagina mil historias.
Espera encontrarla.
Otra vez ella en la playa.
Parece una muñeca vestida de luto, quisiera saber qué penas la apresan.
Acosado por lo interrogantes se pregunta qué puede llevar a una mujer tan bella a cumplir con algo parecido a un rito, ir todos los días al borde del mar cuando nace el crepúsculo.
Comenta con sus amigos el episodio que ocurre cada atardecer.
Le aconsejan que lleve una flor con una pequeña frase con el propósito de acercarse.
Compra una orquídea, el color violeta le recuerda los ojos de la mujer solitaria.
En la tarjeta coloca una frase de Ghandi
“ No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”
La firma con la letra ”G” inicial de su nombre.
Comenzará su rutina, al acercarse a la dama misteriosa, deja la caja.
Por primera vez ella le dedicará una mirada gélida que asusta.
Los ojos color violeta se convierten en rayos que infunden temor.
Ella desaparece.
Ante la ausencia prolongada de Germán, los compañeros formulan la denuncia.
Las naves de la prefectura lo encuentran de espaladas, tendido en la arena.
Las manos yertas sostienen aquello que alguna vez fuera una orquídea.
La firma con la letra ”G” inicial de su nombre.
Comenzará su rutina, al acercarse a la dama misteriosa, deja la caja.
Por primera vez ella le dedicará una mirada gélida que asusta.
Los ojos color violeta se convierten en rayos que infunden temor.
Ella desaparece.
Ante la ausencia prolongada de Germán, los compañeros formulan la denuncia.
Las naves de la prefectura lo encuentran de espaladas, tendido en la arena.
Las manos yertas sostienen aquello que alguna vez fuera una orquídea.
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