Pocos se revelan al juego perverso de los mal elegidos, impera el temor a perder trabajos que empequeñecen a los seres humanos.
Nadie repara, o si, que están inmersos en una lucha de poder en que pocos serán beneficiados.
Los gritos se ahogan en las almas sumisas que esperan un cambio.
En los barrios humildes, los más chicos reciben al padre de familia como si fuera un héroe.
El producto de su trabajo alcanzará para tapar el ruido de las panzas vacías, esas que crecen por la mala alimentación.
Todas las noches el padre sale con su carro, junta cartones en la vía pública, temprano los llevará a la planta que recicla papel, botellas descartables que una prensa transforma en láminas de plástico multicolores.
Se siente mal ,el peso por kilo que le pagan no alcanza para curar las llagas que tiene en los pies.
Prevalece la educación de los hijos, quiere sacarlos de los barrios marginales, sueña que aprendan a escribir las primeras letras.
No tuvo oportunidades, no sabe ni siquiera colocar su nombre cuando le dan el recibo por la mercadería, al pié de página dibuja un garabato.
Tiene el orgullo del que trabaja sin importarle el tiempo que dedica a juntar los que otros desechan.
Ama los animales, jamás quiso tener un caballo que le aliviara la carga.
Las manos curtidas aún pueden.
La señora que lleva comida a la plaza sabe de su bondad, de su lucha diaria, le regala cuadernos para los chicos.
Llora mientras huele el papel nuevo.
Levanta la remera para secar los ojos cansados.
En la ciudad impera el orden, han establecido horarios para entregar el papel, todo aquello que se puede reutilizar, eso le permite llegar a la plazoleta, divertirse mirando la luz de las luciérnagas que iluminan la flores cuidadas de los canteros, con el carro vacío, compartir un mate sin azúcar para saber que la vida es amarga.
Los niños duermen, su María lo espera con mate cocido y galletas, mañana el más pequeño portará la bandera de la escuelita del barrio.
Otra vez el llanto, su mujer lo abraza como si fuera la última vez.
En el televisor blanco y negro las imágenes se repiten, pareciera que se desató una guerra, pobres contra pobres reclaman, los intrusos esperan el descontrol.
Mañana cuando el cielo se vista de púrpuras y violetas, cambiará el recorrido.
No quiere problemas.
Necesita seguir trabajando para edificar el destino de sus hijos, de esa mujer que supo atraparlo con un beso caliente.
Parece una guerra, sigue caminando con las manos limpias, un disparo, una bala de goma lo dejará inmóvil para siempre.
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