Thursday, November 12, 2009

IMÁGEN DE SOLEDAD



Al salir de su trabajo comenzará la rutina que lleva desde hace años, trotar por la playa.
Cambia el traje por ropa deportiva.
El sol se esconde detrás de los cerros, cientos de gaviotas acompañan los barcos de los pescadores.
Se detiene un momento el aleteo parece un ballet, el plumaje blanco otorga otro colorido al cielo.
Armoniosos se juntan los púrpuras y rosados de un atardecer que debe ceder el paso a la luna para que grandiosa aparezca vestida de plata encendiendo las estrellas..
Cruzando el muelle saca del bolsillo del pantalón una botella de agua.
No había reparado en la mujer de tez blanca que está sentada en la arena.
La saluda con la mano, ella no responde.
Llama su atención la vestimenta de la joven, la túnica negra resalta la blancura de su rostro.
Las manos níveas parecieran arrojar con ira trozos de caracoles al agua, tal vez vuelvan adheridas a la arena, quizás prefieran descansar en el fondo azul del océano.
Otras veces las esconde entre sus ropas, en ese instante piensa que debería dejarlas libres para que nazcan las caricias, pensativo se aleja, entiende que para recibir es necesario saber dar.
Siempre la encuentra sentada al borde de las olas, pareciera que no quiere que el sol manche la blancura de la piel.
Regresa sin dejar de pensar en esa mujer solitaria, imagina mil historias.
Espera encontrarla.
Nuevamente ella sentada sobre la arena.
Parece una muñeca vestida de luto, quisiera saber qué penas la apresan.
Acosado por lo interrogantes se pregunta qué puede llevar a una mujer tan bella a cumplir con algo parecido a un rito, ir todos los días al borde del mar cuando nace el crepúsculo.
Comenta con sus amigos el episodio que ocurre cada atardecer.
Le aconsejan que lleve una flor con una pequeña frase con el propósito de acercarse.
Compra una orquídea, el color violeta le recuerda los ojos de la fémina, es la imagen perfecta de la soledad.
En la tarjeta coloca una frase de Ghandi


“ No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”


La firma con la letra ”G” inicial de su nombre.
Se aproxima, deja la caja al lado de la mujer.
Por primera vez ella le dedicará una mirada gélida que asusta.
La misma se convierte en rayos que atraviesan el alma.
Ella desaparece.
Ante la ausencia prolongada de Germán, los compañeros formulan la denuncia.
Las naves de prefectura lo encuentran de espaladas tendido en la arena.
Las manos yertas sostienen aquello que alguna vez fuera una orquídea.
No hay evidencias de la tarjeta, más allá la caja vacía tiene profundas marcas, como si el envoltorio hubiera sido roto con violencia.
Oscuro el cielo comienza a llorar.

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