Friday, August 21, 2009

ENTRE DOS AGUAS



Manuela escucha la radio, el generalísimo ha firmado el último parte de guerra.

La intuición le dice que los tiempos será difíciles.

Ella no se siente con la capacidad de juzgar a un hombre que ha recibido honores, loas y desprestigio en cuotas iguales.

Migra con sus hijos a otro lugar de la tierra.

Los barcos esperan en el puerto.

La travesía será larga.

Nada le importa más que el futuro de sus descendientes.

No quiere ser observadora de más contiendas, desconoce los intereses que mueven a una nación para ser partícipes de una guerra.

Siempre se ha ganado el sustento diario con su marido, sabe que los que abrazan las ideologías la tildarán de cobarde o en el peor de los casos recibirá el mote de bruta.

No tiene en cuenta las descalificaciones, mañana el buque emprenderá un viaje que dura quien sabe cuánto tiempo.

Prepara las maletas de cartón, su marido le pide que lleve lo indispensable, ella obedece sumisa, pero no dejará el mantón de Manila bordado con flores rojas y amarillas como la bandera de su amada patria.

Como muchos que han escapado de sucesos similares se establece en una colonia española, los une el amor por la patria que ha quedado lejos.

Trabajan con esmero la tierra.

Los sábados por la noche asisten a peñas para reencontrarse con sus raíces.

Sufren el desarraigo, por esa razón semanalmente se reúnen en un club, allí están sus hermanos de infortunio.

Junto a la celeste y blanca que los cobijó al son de las castañuelas flamea orgullosa la bandera de su patria.

Rojo y amarillo tal cual los colores de la nación de sus ancestros.

La bailadora tiene una traje a lunares, en su cintura lleva prendidos claveles rojos, idénticos a la pasión que los une.

Los tacos retumban en el piso lustrado, castañuelas traen recuerdos.

Los tiempos cambian.

El país que los recibiera hoy atraviesa grandes dificultades.

Quiere gritar que ellos han ayudado para que una nación crezca.

No alcanza.

Siempre agradecerán al país que les dio cobijo en tiempos difíciles.

Los acordes de una guitarra indican que es hora de regresar a casa, la patria que los vio nacer, alejarse del desarraigo.

Hoy sus corazones albergan varios colores, rojo, amarillo, celeste y blanco, están grabados a fuego para siempre en sus existencias.

No serán inmigrantes en ningún lugar, si, ciudadanos del mundo hermanados por los avatares que signaron sus vidas.


http://www.youtube.com/watch?v=2oyhlad64-s

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