Tiene quince años, es el mayor de los hermanos, siempre ha sobresalido por sus notas, es un alumno destacado, había conseguido una beca para cursar los estudios secundarios.
Vive en una casa humilde como pulcra con sus padres y hermanos.
La adversidad quiso que a mitad de año debiera abandonar los estudios para ayudar a su padre, tiene un problema lumbar que se resiste dejarlo.
En la salita lo atendieron, le dieron las primeras inyecciones para atenuar el dolor, con la primera aplicación se sentía un poco mejor, sin embargo pensaba que no podría comprar las otras para finalizar el tratamiento.
La madre hace comidas caseras para ayudar las siete bocas que ansiosas esperan en la mesa.
Juan conversó con el presidente de un famoso club quien accedió para que su hijo lo ayude en las tareas de mantenimiento de la cancha de fútbol.
Deberá mantener el césped bien cortado, controlar que las rayas blancas estén visibles, vigilar que en los vestuarios no falte nada para los jugadores.
Pese a que extraña a sus compañeros de colegio, se prometió terminar la secundaria, así podrá concretar sus sueños universitarios.
Los rayos del tibio sol invernal, indican que ha llegado la hora de hacer una pausa.
En prolijas como viejas bolsas la mamá ha colocado las viandas.
Un perro callejero de raza incierta se acurruca en las gradas, entre los tres compartirán la comida.
Mariano desenvuelve la botella de jugo, las hojas del diario que la cubrían muestran una cifra varias veces millonaria, será la suma que desembolsará el estado para que vuelva el espectáculo futbolero.
No tiene hambre, el perrito se hará una fiesta con la comida apenas probada.
Mentalmente hace cuentas, piensa en los chicos de su barrio que caminan descalzos por las calles de tierra.
¿Cuántas zapatillas podrían comprarse?.
¿Cuántos remedios lucirían en la salita de primeros auxilios?.
¿Cuántos chicos como él podrían terminar sus estudios?.
¿Cuántos más podrían comprar libros?.
Una lágrima recorre el rostro del joven.
Preocupado Juan le pregunta qué le pasa, solo le responde que una basurita traviesa, tal vez una piedrita, ha entrado en sus ojos.
Pasan los años, Mariano termina su carrera universitaria.
Los padres han accedido por derecha a una jubilación, los hermanos están encaminados en los estudios.
La casita que los alberga ahora tiene más comodidades.
Por concurso lo nombran magistrado.
Trabaja más horas que las necesarias, a su despacho ha llegado por sorteo una causa que a otros jueces les hubiera quemado las manos y la conciencia.
Olvida vivir el amor que toca con su varita a la mayoría de los muchachos de su edad.
Feliz y abnegado redacta el primer fallo.
Su nombre es portada de todos los diarios, los medios lo esperan a la salida de su casa, accede a cada nota, en todas repite lo mismo: Estoy satisfecho he condenado a todos los que se han apropiado de los bienes del estado.
Sonriente, sin custodias camina hasta el juzgado, llamará a quien lo acompañó estos últimos años.
Unidos comenzarán a escribir otra historia.
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