Escribo para que me leas, para poder despertar los sentimientos de los que viven su propio ostracismo.
También para los que siempre enarbolan la disconformidad, el descontento que les depara vivir cada día, haciendo esfuerzos para avanzar, sabiendo que estarán siempre detenidos.
Quiero que en mis letras encuentren un solaz donde la mente pueda reposar un momento, alejarlos de lo cotidiano que duele como cien latigazos que dejan marcas en la espalda y taladran el alma.
Necesito decirles que no es malo tener una cuota de optimismo para transitar el destino a veces injusto.
Pedirles que se detengan un momento a leer mis cuentos, de esa forma contemplarán paisajes soñados, por un instante les regalo la imágen del estallido de las flores en primavera, invitándolos a reconfortarse con su fragancia exquisita.
Acordes de violines inundarán los oídos de aquellos que quieran escuchar para escapar de la rutina que es un fantasma que los acompaña cada hora.
Quiero compartir mis sueños, seguir abrigando utopías, sé que un día no lejano serán realidad tangible.
Dejar que la imaginación me lleve al lado de los que carecen de lo más imprescindible.
Secar lágrimas de impotencia.
Unir todas las manos hasta formar una cadena inmensa, dispuestas a repartir caricias.
Cantarle a la vida por permitirme despertar cada día.
Cortar una flor para regalarte y posada en tus manos sea símbolo de esperanza.
Poder transmitir que es fácil conjugar un verbo olvidado: compartir.
Anhelo ser responsable de la sonrisa que se dibuja en tu rostro, quitarte ese rictus de amargura.
Jamás quisiera ser culpable de tus desdichas.
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