Todos los años que hoy te mantienen casi alejado de los honores son exquisita sabiduría.
Tuve la suerte de conocerte hace unos años.
Matilde tu amada esposa había partido dejándote en un mundo de tinieblas.
Quería conocer tu barrio, la casa que siempre habitaste con ella, la que fué testigo de los primeros pasos de tus hijos.
Estacioné el auto a pocas cuadras necesitaba respirar el mismo aire que te despierta cada día.
Caminar las prolijas veredas que me llevaban a la casa de un gran escritor.
Ansiosa me embriagué de fragancias pensando que el Gran Maestro había recorrido el mismo itinerario.
El mediodía otoñal me permitía caminar por una alfombra de hojas doradas y ocres.
Supuse que habían bajado de la copa de los árboles en honor a vos.
La glicina tardía regalaba flores lilas.
En el rosal una rosa roja era la cuna de un ruiseñor.
Mi cuerpo temblaba de emoción, por fin conocería al dueño de mis ensueños, ese que alguna vez en sus libros dejó letras amasadas en el dolor.
Toqué la puerta, acariciada por las enredaderas, eso alejó el temor.
Con un pañuelo desechable sequé mis lágrimas, no quería que conocieras mis sensaciones.
En ese instante, no.
Tu asistente me recibió en la biblioteca, acaricié los lomos de los libros que había leído un gigante.
Apareciste como una sabio apoyado en tu bastón, te vi enorme, la sonrisa a flor de piel.
Me invitaste a sentarme a tu lado.
Mi alma se agitaba como las alas de los pájaros, inhibida de poder regalarte el trino que nacía en ella.
El cuadro de Matilde era mudo testigo de nuestro encuentro.
Te aseguro que jamás conocí a una persona de tu talla.
Sabio sonreíste a esa muchacha que se había convertido en una hoja próxima a caer ante la brisa de tus palabras.
Jamás olvidaré ese encuentro.
Con pasos débiles te acercaste a mí cuando te pedí perdón por haber utilizado el título de tu último libro para uno de mis cuentos.
Esa actitud enaltece a pocos hombres que se parecen a vos.
La vida me dio el mejor regalo, sobraron las palabras que no pronucié.
Espero que recibas el premio nobel para el que estás nominado.
Si el destino es adverso, le contaré a mis hijos qué se siente estar cerca de un ser humano de verdad.
Gracias Don Ernesto Sábato por los minutos exclusivos que compartimos alguna vez.
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