Tuesday, August 18, 2009

OASIS




¿Por qué escribo?.

No lo sé, ayudame a encontrar la respuesta.

Tal vez para contarte historias, no se si te gustan, acaso tampoco sepa si pasás por ellas.

Ignorando esos episodios siempre decido contar historias sobre hechos que he vivido alguna vez en mi vida.

Te cuento, como todos creía en los oasis, muy lejanos, pintados o nebulosos por efecto de los granitos de arena.

Imaginé caballeros montados en sus caballos ,mujeres vestidas con los tradicionales burkas, no solo para mostrar la picardía de un par de ojos escondidos que insinuaban el deseo oculto de ser poseídas, amar sin límites, alejándose de todo aquello que sus religiones le prohibían por una simple razón de género.

Ayer decidimos conocer un oasis con mi familia, almorzamos en un sitio cercano al lugar en que residimos.

La ruta panamericana tan bien cuidada encendió un alerta, no vería un oasis como el de las películas, con caballeros altivos y damiselas prontas a entregar sus cuerpos ante la mínima insinuación.

Mientras la camioneta devoraba kilómetros para acercarnos al lugar, mis sueños de heroína de película se iban diluyendo como el humo del cigarrillo.

¿Has filmado algún paisaje parecido con tu cámara?.

No dije nada para no entristecer la sorpresa que pensábamos encontrar en un lugar tan lejano.

Recorrimos un centenar de kilómetros.

Solo nos acompañaba el silbido del viento que elevaba figuras fantasmagóricas en la arena dorada del desierto.

Un cartel verde oxidado por el tiempo nos indicaba que estábamos a pocos kilómetros del oasis soñado.

No vi agua que calmara la sed de los camellos que tenía rondando en mi mente.

Si, te puedo asegurar que me encantó el pequeño pueblo, no más de tres mil habitantes que moran en el medio de la nada.

Cálidos, amables con las visitas.

En pocos metros los naranjos y limoneros regalaban el aroma de los azahares, preludiando el nacimiento de los frutos.

Artesanos nos ofrecían sus creaciones inspiradas en la soledad vestida de pequeñas partículas doradas.

Más allá el jugo de las piñas se balanceaba en una copa de forma exótica y atrapante.

El cielo celeste contrastaba con el amarillo de la arena ardiente.

Mujeres de faldas largas multicolores, cabellos trenzados con cintas de raso.

Me pareció poca la abundancia de la naturaleza.

Claro yo pensaba en las películas.

Lloré por ellos que crecen y se reproducen en medio del desierto, sus vidas alimentan oasis verdes y anaranjados, rebosantes de esperanzas.

Pueden oler el aroma de las frutas.

Alegrarse en la pequeñez de sus casas.

Tener como luz los rayos del sol o el destello de la luna.

Permitir amarse, despojados de egoísmos.

¿Entiendes por qué escribo?

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