París en verano esconde otras bellezas,
La mayoría de sus habitantes está gozando de vacaciones en playas exclusivas.
Hoy , mis compañeros de excursión recorrerán el Sena en lujosos catamaranes.
Desisto de la invitación, en soledad quiero recorrer la ciudad, impregnarme de las fragancias que obsequian los canteros de los Campos Elíseos.
En un famoso café conozco a Juan, hace muchos años que reside en la ciudad luz, el temor lo llevo a irse de nuestro país.
Pide café, el calor es intenso prefiero un jugo.
Debajo de las coloridas sombrillas nos vemos diferentes.
Le cuento de mi amor al arte, aún no he podido visitar el Louvre, la gente me atormenta y no puedo apreciar la inmensidad de las obras que allí se exponen.
Divertido sonríe, me cuenta que conoce un sitio donde exponen obras famosas y otras de pintores noveles.
Acepto encantada, en una calle pequeña los artistas dibujan rostros con carbonilla, en minutos los rasgos de mi cara estarán sobre las hojas blancas.
Esta noche se lo enviaré a mi familia.
El reducto es pequeño, aloja obras de todos los siglos.
Protegida por cadenas y cristales un cuadro llama mi atención.
Juan me explica que es una réplica de “La mujer de la sombrilla” de Claude Monnet.
No puedo explicar cómo sucedió, en un instante me quedé sola frente al cuadro sentí que mis vestuario había cambiado por un etéreo vestido, la falda terminaba en puntillas que acariciaban mis tobillos.
Caminaba entre la hierba, me protegía de los rayos del sol que teñía de dorado una suave colina con una vistosa sombrilla.
Mi cabello se escondía debajo de un sombrero con cintas y flores, les aseguro que podía sentir la fragancia que emanaban.
Había entrado a un mundo de ilusiones y magia.
Juan sonreía, en el momento que cayó su encendedor supe que el sueño había terminado.
Por un instante fui la musa inspiradora del famoso pintor.
Cerré los ojos con fuerza, no quería salir de tan encantador sueño.
La mayoría de sus habitantes está gozando de vacaciones en playas exclusivas.
Hoy , mis compañeros de excursión recorrerán el Sena en lujosos catamaranes.
Desisto de la invitación, en soledad quiero recorrer la ciudad, impregnarme de las fragancias que obsequian los canteros de los Campos Elíseos.
En un famoso café conozco a Juan, hace muchos años que reside en la ciudad luz, el temor lo llevo a irse de nuestro país.
Pide café, el calor es intenso prefiero un jugo.
Debajo de las coloridas sombrillas nos vemos diferentes.
Le cuento de mi amor al arte, aún no he podido visitar el Louvre, la gente me atormenta y no puedo apreciar la inmensidad de las obras que allí se exponen.
Divertido sonríe, me cuenta que conoce un sitio donde exponen obras famosas y otras de pintores noveles.
Acepto encantada, en una calle pequeña los artistas dibujan rostros con carbonilla, en minutos los rasgos de mi cara estarán sobre las hojas blancas.
Esta noche se lo enviaré a mi familia.
El reducto es pequeño, aloja obras de todos los siglos.
Protegida por cadenas y cristales un cuadro llama mi atención.
Juan me explica que es una réplica de “La mujer de la sombrilla” de Claude Monnet.
No puedo explicar cómo sucedió, en un instante me quedé sola frente al cuadro sentí que mis vestuario había cambiado por un etéreo vestido, la falda terminaba en puntillas que acariciaban mis tobillos.
Caminaba entre la hierba, me protegía de los rayos del sol que teñía de dorado una suave colina con una vistosa sombrilla.
Mi cabello se escondía debajo de un sombrero con cintas y flores, les aseguro que podía sentir la fragancia que emanaban.
Había entrado a un mundo de ilusiones y magia.
Juan sonreía, en el momento que cayó su encendedor supe que el sueño había terminado.
Por un instante fui la musa inspiradora del famoso pintor.
Cerré los ojos con fuerza, no quería salir de tan encantador sueño.
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