María teje primorosas mantillas de encaje, algunas serán bordadas por sus lágrimas, su marido está en el frente de guerra.
Lo ama tanto que le propone huir a cualquier parte, quiere que su hijo nazca en un lugar donde la paz sea la reina.
Los días son eternos, le falta la presencia del hombre amado, mantiene la casa en orden.
Se distrae cuidando los canteros cubiertos de flores.
Al atardecer escucha la radio, las interferencias no le permiten oír con claridad los partes de guerra.
Ambos ansiaban vivir su amor sin fronteras en la patria que los viera nacer.
Diseñar el destino unidos.
La ropa del niño está preparada.
Alguien toca a su puerta deben ir a un refugio, en un bolso ella pone algo de ropa, algunos víveres, hilos y agujas para continuar tejiendo.
Las noches son largas, el dolor de la ausencia no le permite mirar el cielo poblado de estrellas.
Jamás pensó que podría extrañar tanto a su amado.
No sabe si tiene frío o calor, ignora si recibe alimentos en las tiendas de campaña.
Se estremece con el sonido de los aviones, las bombas destruirán todo.
No puede quedarse tejiendo mantillas de encaje.
Pese a su avanzado estado de gravidez, se anota como voluntaria en un hospital de campaña, solo llevará hilos y agujas para cuando tenga tiempo tejer algún sueño.
Trabaja sin descanso, cura heridas que florecen en los cuerpos de los inocentes.
Duerme pocas horas, cuando termina su tarea, la soledad y los recuerdos compartidos son su única compañía.
Las horas no pasan, el día no llega.
El sueño se aleja, en ese instante toma las agujas, comenzará a tejer con hilos muy blancos.
No sabe por qué esta velo no tiene forma.
El trabajo de parto se anuncia.
Hubiera querido que el padre del niño estuviera presente, el destino tejió telarañas.
El bebé es idéntico a su padre, sueña con el momento en que pueda conocer al fruto de un amor sin límites.
Llega al refugio con el pequeñito arropado en sus brazos.
Llora de emoción por la vida que trajo, todos intentan contenerla.
A medianoche entre las sombras un mensajero aparece, afuera el universo desparrama sus lágrimas, la llovizna cubre todos los espacios.
Con voz quebrada el hombre le anuncia que su marido ha muerto en el campo de batalla, heroico ofrendó su vida a la patria.
Pide dos días antes que lo lleven a su última morada, es el tiempo que necesita para que su amor se vaya a las entrañas de la tierra.
No irá solo.
El tejido que no tenía forma, rápidamente se convertirá en una mortaja, la que los unirá más allá de todos los tiempos.
Dos claveles rojos acompañarán el camino eterno del héroe que dio la vida por su patria.
http://www.youtube.com/watch?v=038o8tRSbrE
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