Monday, August 20, 2018

A UN PASO DEL ABISMO





Todos los caminos tienen un destino específico, incluyo a aquellos que por ahora no puedo recorrer.
Son los senderos que guían nuestros pasos al cielo.
Sitio elegido por las adeversidades para que allí tengan su morada eterna, seres de luz como vos.
Seres especiales que por su luz su permanencia en suelo terreno es demasiado breve.
Opto por caminar cuando en el cielo las estrellas se encienden para recibir amorosamente a la luna en cualquiera de sus fases.
Espectáculo maravilloso para quienes gustamos la visión de imágenes sencillas.
Mi caminata se dirige a los acantilados.
No voy a llegar hasta ellos pues tengo vértigo.
Sensación que provoca tu risa cuando decís “Subida a un banco, te arrojas antes de caerte”.
Necesito que la quietud y el silencio que me apresaron desde tu partida temprana desaparezcan por un tiempo.
Nada más bello que esuchar el rumor de las olas coronadas de bñanca espuma rompiendo entre las piedras.
Sitio donde encuentro paz.
Un par de gaviotas vuelan sin rumbo cierto.
Es tarde para ellas.
Seguramente encontrarán su camino.
Busco una roca para sentarme.
Deseo contemplar el paisaje.
No importa que las estrellas estén bordadas en el cielo.
Auello que no se visualiza puede imaginarse utilizando la imaginación.
Ejercicio que realizo de manera cotidiana, cada vez que necesito verte.
No alcanza después de casi tres años que ocupes mi mente y alma.
En una ocasión preguntaste el contenido de un libro de autor alemán titulado “Cuerpos y amas”.
Querías saber que tema trataba.
Te conté a grandes rasgos que el autor abordaba el comportamiento de los médicos de verdad, alejados de quienes te torturaron los últimos cinco días de tu existencia.
Médicos en diversas facetas.
La respuesta fue rápida.
Tu deseo era leerlo.
Comenté que no era apropiado para un adolescente pues no entenderías una historia tan extensa.
Sé que no te agrada te contradigan por ello no dije nada cuando te vi con el libro entre tus manos sumergido en la lectura.
No pasó mucho tiempo para escucharte decir “Tenés razón ma, no entiendo el relato”
Es un texto para adultos.
De ninguna manera hay que ser sabio para entender los conceptos vertidos en el libro.
No es lo mismo abordarlo cuando se es muy joven, que hacerlo tiempo después.
Regreso al relato de mi presencia en los acantilados.
Luego de disfrutar durante un largo rato paz y sosiego, observo a una joven mujer acercándose al borde de las piedras.
Llamó mi atención su vestimenta.
No concordaba con el frío del invierno.
Estaba descalza.
El viento jugaba con su cabellera.
Se detuvo a un paso de caer desde una altura importante al agua.
Las consecuencias hubieran sido nefastas.
Minutos antes,, al ver su delgada figura, decidí ascender el acantilado.
No dije nada.
Podía asustarla y producir un paso en falso.
Esperé rogando que aparecieras para detenerla.
En un instante se da vuelta.
Al observarme corre a mis brazos.
Sentí desde el primer momento su desesperación más la necesidad de un abrazo.
Le ofrecí mi campera, quería abrigarla hasta que llegamos al auto.
Entre sollozos respondió donde habitaba.
Aceptó mi propuesta de acercarla a su domicilio.
La calefacción estaba al máximo de potencia.
Lentamente fue recuperando el color de un rostro tan bello como triste.
Lucrecia, ese es su nombre, contó su historia.
Una pena de amor no correspondido la llevó a tomar la peor de las decisiones.
No pudo concretarla.
Quedamos en vernos al día siguiente.
Una fría y soleada mañana de agosto.
Un mes imperfecto que no debería existir en el calendario.
Por primera vez vi, en su cara la mueca de su sonrisa.
Mirar sus ojos era como observar el cielo.
No tardó en preguntarme ¿Qué hacías a esa hora en un sitio tan solitario?
A grandes rasgos relaté mi historia.
Lucrecia estaba conmocionada.
Su reacción primitiva fue una pregunta que no olvido.
¿Cómo hacés para seguir viviendo?
La respuesta fue “Sobrevivo. no es lo mismo”.
Almorzamos juntas. Pregunté el motivo de su soledad, por su familia.
Todos radican en la Ciudad de Buenos Aires, en el pintoresco barrio de La Boca.
Sitio de hombres y mujeres valientes donde aún se encuentras viejos conventillos.
Las paredes de las viviendas fueron pintadas por el gran artista Quinquela Marín.
Un hombre orgulloso del espacio que lo vio nacer.
No dudó en retratarlo en la fachada de muchas viviendas.
El arte popular estaba presente.
Hoy es un espacio visitado por turismo nacional e internacional.
Imagino que allá en la eternidad, Quinquela, habrá contado de su legado.
Coloridos barcos pesqueros que jamás se sabe si regresan al puerto.
Marices para retratar en las paredes la vida y la muerte.
Mi tesoro los recuerdos se arremolinan en mi mente.
Siempre deseo compartirlos con el puntal de mi vida, por ello escribí esta historia que contiene pasado reciente y presente con tu ausencia.
Sabés que te amo,
Debo esperar ignorando cuanto será el tiempo que demande para que se produzca nuestro reencuentro.
Como siempre renuevo mi pedido, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=vH1icLURgbY

1 comment:

La_vida_en_letras05 said...

Es hermoso, simplemente no tengo palabras....Llegue aquí para pedir el uso de tu imagen en un post y me termine enamorando de la publicación, de los sentimientos y esa ruleta que es el destino...bello, muy bello..."sobrevivo. No es lo mísmo" Cuanta razón, gracias por ello...