Mis manos recorren la textura de un libro manuscrito.
Hojas más espesas donde el autor escribe cada historia.
Las páginas han adquirido el color del tiempo.
El blanco no tiene la luminosidad de ti sonrisa, a pasado a una especie de color grisáceo.
No está marcado ningún párrafo en especial.
El texto es dramático, intenso.
Tiene cierto parecido con tu vida que ya no tengo.
Viviste apurado.
Quizás conociendo el final temprano atravesaste rápido cada etapa.
No quiere decir que las hayas salteado.
No te detuviste demasiado en detalles que no le interesaban a tu intelecto.
Siempre con una sonrisa a flor de labios, desdramatizando hasta el dolor para que no sufriera.
Es inevitable, como dice el viejo dicho, la procesión iba con velas encendidas por dentro de mi ser.
Disimulaba el dolor de las quemaduras, tampoco vos tenés que padecer.
Se ocuparían los pseudos científicos de torturarte, en búsqueda que tu cuerpo respondiera algo que aquellos nunca supieron interpretar.
Hoy me gustaría regresar en el tiempo, ubicarme en la época en que fue escrito este libro que por casualidad encontré en la biblioteca.
No sabía de su existencia.
Tampoco puedo acordarme pese a mi memoria fotográfica, desde cuando me acompaña.
Nunca te ví con el viejo libro.
Tu curiosidad es capaz de hallar lo inesperado.
Miro la última página, allí encontraré la fecha de edición.
No tiene la edad que aparenta. Fue editado en junio del dos mil quince.
Para esa época, comenzaste a tener el rostro pálido.
Concurrimos al médico quien no le dio mayor importancia.
Tu bello rostro comenzó a mostrar ángulos que antes no existían.
Te acercaste mucho más a mí.
Siempre estamos juntos.
Sin embargo esa cercanía maravillosa nos convirtió de gemelos en siameses.
Tu hermosa mirada comenzó a ser velada por pinceladas de tristeza.
Cambiaste el tenor de tus preguntas.
No te preocupes, no las voy a repetir, sé que son parte de tu privacidad.
A partir de ese instante los dos entramos en estado de alerta.
Decidí cambiar el rumbo de mis historias habladas.
Todas tendrían una cuota de alegría y esperanza.
Poco importaban los alaridos de mi alma.
Aprendí a contener las lágrimas con el propósito que me vieras bien.
Una forma de restarle importancia al final que ambos conocíamos y decidimos callar.
He comprobado que las manecillas del reloj nunca giran en sentido contrario.
Avanzan sin detenerse.
A veces demasiado lentas para mis necesidades.
El tiempo sabe que quiero reencontrarme con vos.
Hace todo lo posible para que mi sueño no se concrete.
Seguramente es en represalia por todas las veces que lo he cuestionado y lo seguiré haciendo hasta lograr despertarlo de su letargo.
No quiero seguir leyendo el libro manuscrito.
Siento impotencia al no poder volver atrás en el tiempo y allí detenernos para siempre.
Tal vez hubiera logrado tenerte un poco más.
Días pasados alguien que te conoce, me decía que sos demasiado bueno para habitar el suelo terrenal.
Un ser que ama la perfección, el arte en todas sus manifestaciones.
Un humano a quien le sobra transparencia y solidaridad y no conoce de mezquindades, aún cuando me duela reconocerlo, está en el lugar exacto.
Sitio paradisíaco donde la maldad no existe.
Tesoro sabés que te amo.
Cuando llegue mi momento que está un poco demorado, entre mi bagaje de besos y caricias voy a llevar este libro manuscrito.
Quiero preguntarte si lo habías visto cuando la felicidad era un integrante más de la casa.
Es tortuosa la espera,
Máxime cuando se desconoce la fecha del pasaje.
Estoy preparada para partir lo antes posible.
Mientras ello ocurre renuevo mi petición, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=n37Vi9zBcZU
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