Monday, August 27, 2018
ENTRE LAS NUBES, TU MIRADA
Cumplo m deseo de observar el cielo cada vez que deseo encontrarme con la belleza de tu mirada.
Transportada a uno de los sitios que recorrimos juntos, elevo mis ojos al cielo.
Entre las nubes puedo visualizar tu mirada única.
¿Estás triste mi tesoro?
No es necesaria la respuesta.
Es suficiente mirar esa lágrima que se desprende, cual gota lánguida para percibir que el verbo extrañar lo conjugamos los dos.
Gota de agua que sin duda aumentará el caudal, en ocasiones de un océano bravío.
Los paisajes se entremezclan cuando se observan desde la eternidad.
Una caracola solitaria espera que alguien la lleve consigo.
En la orilla del mar no existen árboles.
Ante tu vista, adivino uno casi sin vida.
Ramas desnudas, quebradizas condicionan la existencia.
Un pajarillo de opaco plumaje, se ha posado sobre uno de los brazos desnudos del imaginario árbol.
Un escalofrío recorre mi cuerpo.
No puedo evitar, asociar esa imagen con las horas previas a tu partida.
Un mundo sin hostilidades te esperaba.
En ese ámbito celestial imagino que la mezquindad no existe.
No quiero pensar en la tristeza que puede tomarte como prisionero.
Si no fuiste feliz en suelo terreno, lograrás ese estadío en la inmensidad del cielo.
Sería fascinante poder compartir ese espacio donde habitan los humanos que el final de sus vidas ha sido para que mutaran, convirtiéndose en seres alados que se acompañan, cuando aparecen los sentimientos adversos, tales como la soledad o la angustia.
Desde hace casi tres años, soy prisionera de ambos.
Los recuerdos aparecen.
Golpean con saña inusitada.
A esta hora en que te escribo te faltaba menos de un día para decir “Hasta luego mamá".
Sí.
Ambos conocemos desde siempre que nada podrá separarnos.
El amor trasciende cualquier frontera.
No hay límites que no puedan ser atravesados por el cariño que nos prodigamos.
No son pocos los que se asombran por la relación tan luminosa y entrañable de un hijo adorado con su madre.
Ninguno de los dos pertenecemos a mundos extraterrestres.
Somos humanos como cualquier otro, a quienes desde pequeños nos inculcaron valores.
Valores que se transmiten de generación en generación.
No conocemos el atroz sentimiento de la culpa.
Estamos acostumbrados a actuar durante el desarrollo de la vida terrenal o en otros planos.
Es la única manera de no sufrir el acoso de los remordimientos.
Es nuestra costumbre dar, sin mirar al destinatario.
Jamás juzgamos.
Entendimos desde siempre que no es una tarea que nos corresponda.
Por ello podemos decir que nuestras vidas fueron bendecidas.
Como expresás de manera continua “Nada dura para siempre”.
En esa nada también se incluye la vida.
Frágil.
En algún instante se entrega a la muerte.
Son los designios del destino.
Cuesta aceptarlos.
Personalmente jamás asumiré que acompañé tu cuerpo yaciente.
Prefiero pensar que estuviste sumido en la profundidad de un sueño.
Despertaste en otro sitio.
Seguramente aparecieron los miedos ante lo desconocido.
No temas, mi ángel custodio.
Tengo la hermosa misión de cuidarte más allá de la eternidad.
Quiero elevar mi vista al cielo para ver la luz de tu mirada, despojada de lágrimas.
Escucharte decir que te reencontraste con la caracola solitaria de la playa.
Mi tesoro, conocés de la tortuosa espera a la que estoy sometida.
No importa, tampoco me desvela.
Pronto comenzaré a recorrer los senderos que llevan a tu cielo.
Mientras ello ocurre, no dejo de formular mi pedido habitual, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=ngmeAYudXyw
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