Alineados los camiones descansan en el playón.
El sábado en las primeras horas se alejarán del pueblo costero para llegar a un paraje rural.
Manejar despacio es la consigna, un tramo de la ruta es de ripio, la idea es llegar sin demasiados inconvenientes.
Los parabrisas están protegidos con tejido para evitar que las piedras intenten dejar su marca en los cristales.
Ondulaciones del camino permiten ver que el mar se aleja, tanto que se asemeja a un recipiente con delicadas curvas para contener miles de gotas de agua.
El poblado de casas bajas presiente que llegará un cambio a sus vidas.
Los vehículos van llegando lentamente, el pueblo a la vera de los caminos los aplaude.
Todos están contentos en pocos días estarán listas las obras que lleven el vital elemento a cada una de las casas.
Nehuén convoca a todos los vecinos para contarles de una carta que ha recibido, en ella se comunica de los trabajos que comenzarán el lunes.
Como todos los domingos, temprano los pobladores concurren a misa, esta vez le agradecerán a su Dios indio por semejante regalo.
Al atardecer cuando el sol deja de iluminar con sus rayos las gramillas, cada familia encierra el ganado.
Deciden agasajar a los recién llegados.
Cada uno aportará aquello que pueda para reunirse alrededor de una larga mesa ubicada en la Sociedad de Fomento.
El capataz agradece con pocas y sentidas palabras semejante recibimiento.
Les explicará que un donante anónimo quiso hacerles ese regalo.
No tendrán que utilizar las viejas bombas para extraer agua de las entrañas de la tierra.
Tampoco dependerán del frío riguroso que transforma en hielo el líquido elemento.
Han pasado quince días desde que llegaran los trabajadores.
El anciano mapuche es el encargado de bendecir las obras, eleva una oración de agradecimiento.
El pueblo celebra el cambio, sabe que en pocos meses otros trabajadores traerán a la puerta de sus casas las redes de gas natural.
Lentamente esa colonia tan alejada de todo comenzará a tener bonanza.
Vivirán, sin olvidar sus costumbres, igual que los hermanos que pueblan las grandes ciudades.
Una gota de agua cristalina, de su mano trajo esperanza.
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