Monday, March 29, 2010

SIN TIEMPO




SIGLO XIX


Mercedes siente que el final de sus días está próximo.

Convoca sus hijos, tiene la necesidad que ellos continúen con sus obras de caridad, iniciadas cuando nacía la patria.

A pocos kilómetros de la gran Ciudad los herederos de doña Mercedes asisten a la inauguración de un hogar escuela en la localidad de Moreno.

Veintitrés hectáreas de césped recién cortado serán el marco perfecto de la mansión donde los niños de la zona asistirán a clases.

Lentamente el sitio se va convirtiendo en un orfanato.

Albergará chiquitos de dos a siete años.


SIGLO XX


Los estudiantes de magisterio concluirán la carrera.

Un día cualquiera se reúnen en un punto determinado, la práctica de esa semana será acercarse a institutos de menores del gran Buenos Aires.

El equipo está conformado por cuatro jovencitas y Francisco el único varón que se recibirá de maestro ese año.

Durante los últimos tiempos han estado en contacto con toda clase de niños, los que tienen verdadera vocación saben como tratarlos.

Sortean los lugares a visitar, ellos concurrirán al Instituto Mercedes de Lasala y Riglos.

Bufandas de colores atadas a sus cuellos para atemperar el viento de una primavera que se resiste a llegar en plenitud, solo los brotes de las plantas indican que ha llegado.

Cargan en las mochilas juguetes y golosinas.

La camioneta los espera.

Durante el viaje Francisco acompaña las voces de las muchachas con su guitarra.

Divisan el predio, rejas negras separan de la realidad a los pequeños que allí viven, ligustros de hojas renovadas no permiten ver el inmenso parque que rodea la vieja mansión.

El olvido sumado a la desidia dejó sus marcas.

La directora los recibe, les muestra las instalaciones.

Por fin llegan a un salón donde los niños juegan y aprenden.

Provienen de familias desmembradas, otros, es mejor no conocer las historias.

Reparten los juguetes y golosinas, inventan historias.

Un episodio los conmueve, las mujeres del equipo son casi ignoradas, todos los nenes se arremolinan ante la figura de Francisco quien no puede detener las lágrimas.

Lo llaman papá.

Ese muchacho de mirada transparente representa la más grande de las carencias, no tener una familia, un padre que regale caricias.

Los que allí habitan poco conocen de mimos, de besos con sabor a caramelo.

Llantos que morirán en el más absoluto silencio.


SIGLO XXI


No ha pasado tanto tiempo desde aquella vez.

Hoy esos jóvenes son adultos, en sus almas a quedado grabada a fuego la risa y las palabras de cientos de nenes, agradeciéndo una visita.

Seguramente aquellos,se han convertido en adolescentes,quiera Dios que la mayoría haya podido cumplir sus sueños.


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