Eros a te invoco para que se resuelvan los pensamientos desordenados que aloja mi mente.
No puedo sustraerme del pasado, evoco cado uno de los momentos compartidos.
No nos importaba nada más que nuestro mundo acariciado por Agni.
Ninguno de los dos recordaba a los dioses del Olimpo cuando se producía el fuego.
Lentamente, con paciencia de sabios que han vivido demasiado, se ocupaba de encender la llama de todos los sentidos.
Eolo intentaba apagar la pasión que nacía en cada mirada que nos prodigábamos.
Ajenos al mundo que nos rodeaba nos entregábamos a un amor sin límites.
Érebo trataba sin conseguirlo, de apaciguar las necesidades de dos cuerpos que con solo rozarse encendían los sentimientos.
Eolo no pudo hacer demasiado para apartarnos, la brisa ensortijaba mis cabellos.
Tus manos parecían alejarse para volver con más fuerza a recorrer la geografía de mi cuerpo desnudo.
Juntos saciábamos la sed que producía ese amor sincero.
Los dioses de Olimpo no podían crear el mejor conjuro para alejarnos.
Juntos recorrimos valles de luz.
Pocas veces nos alcanzaron las tinieblas
Así sería el mundo que edificamos.
En un instante de amor pleno decidimos entregarnos al amor, cerca, muy cerca de las aguas.
Caricias, besos correspondidos serían llevados al fondo del océano.
Poseidón nos llevó a sumergirnos en el gélido espejo acuoso de mil mares.
Ignorando que más allá de los tiempos y lugares nos seguiríamos amando, como ayer, hoy y siempre.
Cierro los ojos, percibo tus brazos rodeando mi cintura.
Nuevamente los latidos de nuestros corazones serán testigos de otra historia que se reinicia.
No serán necesarias las palabras, no pronunciaré tantas veces cuanto te amo.
En silencio comprenderás todo cuando un beso apasionado sea el preludio de mil caricias.
http://www.youtube.com/watch?v=xaaiwLhehss
No puedo sustraerme del pasado, evoco cado uno de los momentos compartidos.
No nos importaba nada más que nuestro mundo acariciado por Agni.
Ninguno de los dos recordaba a los dioses del Olimpo cuando se producía el fuego.
Lentamente, con paciencia de sabios que han vivido demasiado, se ocupaba de encender la llama de todos los sentidos.
Eolo intentaba apagar la pasión que nacía en cada mirada que nos prodigábamos.
Ajenos al mundo que nos rodeaba nos entregábamos a un amor sin límites.
Érebo trataba sin conseguirlo, de apaciguar las necesidades de dos cuerpos que con solo rozarse encendían los sentimientos.
Eolo no pudo hacer demasiado para apartarnos, la brisa ensortijaba mis cabellos.
Tus manos parecían alejarse para volver con más fuerza a recorrer la geografía de mi cuerpo desnudo.
Juntos saciábamos la sed que producía ese amor sincero.
Los dioses de Olimpo no podían crear el mejor conjuro para alejarnos.
Juntos recorrimos valles de luz.
Pocas veces nos alcanzaron las tinieblas
Así sería el mundo que edificamos.
En un instante de amor pleno decidimos entregarnos al amor, cerca, muy cerca de las aguas.
Caricias, besos correspondidos serían llevados al fondo del océano.
Poseidón nos llevó a sumergirnos en el gélido espejo acuoso de mil mares.
Ignorando que más allá de los tiempos y lugares nos seguiríamos amando, como ayer, hoy y siempre.
Cierro los ojos, percibo tus brazos rodeando mi cintura.
Nuevamente los latidos de nuestros corazones serán testigos de otra historia que se reinicia.
No serán necesarias las palabras, no pronunciaré tantas veces cuanto te amo.
En silencio comprenderás todo cuando un beso apasionado sea el preludio de mil caricias.
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