Friday, March 05, 2010

SONIDOS DE CASTAÑUELAS




Hace poco doña Rocío se mudó a este país.

Nos conocimos en un negocio de artesanías, ella estaba buscando nuevos objetos para vestir su casa situada a pocas cuadras de la mía.

No podría determinar su edad, tampoco le preguntaría.

A la elegancia natural de esa mujer morena de ojos color azabache, le agregaba su andar, sin apuro para ir a ninguna parte.

Imposible no reconocer a la Doña cuando hablaba, su acento demostraba que había nacido en el país de las flores rojas y amarillas, ese sitio maravilloso de balcones ornamentados con geranios multicolores que acariciaban las paredes.

Al poco tiempo empezamos a compartir algunas tardes.

Ambas estábamos en diferentes países por imperio del destino.

Eligió vivir cerca del mar para recordar el lugar que había nacido.

Añorando Sevilla se formaban cristales de agua en su mirada profunda.

Allá había conocido al amor de su vida, quisieron los designios de la vida que no tuvieran hijos.

Cuando Alonso murió , vendió la casa que habitaban.

Sola no podía soportar los recuerdos que se adueñaron de la vivienda compartida.

Nada la ataba a la tierra natal, creía que la distancia sería capaz de traerle un poco de resignación.

Me muestra los vestidos que confeccionaba para lucir en la famosa feria sevillana, en poco más de un mes se celebrarán en su patria.

Tiene varios atuendos de diferentes colores.

Extasiada miro uno de color blanco con lunares rojos, podría asegurar que los claveles que lucen en el talle aún conservan la fragancia original.

Me pide lo pruebe, la seda acaricia mi cuerpo, los volados que conforman la cola, graciosos se mueven al caminar.

La espero un momento, presurosa va al dormitorio, en sus manos trae un peinetón de carey.

Las manos rápidas, idénticas a las de un artista lo colocan sobre mis cabellos que ahora forman un chignon sobre la nuca.

Observa que falta un detalle para conformar el atuendo, un mantón bordado con flores, los flecos que lo terminan son de igual color a los lunares que tiene el vestido.

No culminarán allí las sorpresas, sobre el escritorio, apoyado en unos de los ventanales que tienen vista al mar descansa una pequeña caja de madera labrada.

En su interior guarda un par de castañuelas, le comento que no sé usarlas.

Me ensañará a arrancarles un sonido melodioso.

Ha pasado una semana desde que encontrara a doña Rocío por primera vez.

La imaginación nos ha permitido caminar por la feria sevillana.


http://www.youtube.com/watch?v=nf9ypRpbZMA&feature=relat

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