Incentivó a los niños para que vieran una vieja película, para ellos sería nueva, quería sumar a la explicación una imagen que fuera capaz de hacerles entender que era necesario anticipar el regreso.
Días antes, a miles de kilómetros, con su grito ensordecedor la tierra decidió revelarse, desgarrador sonido que pudo ahogar el sentido de la vida de centenares de seres humanos que forjaban el destino en un sitio dotado de belleza.
Noches enteras sin dormir, tratando de llevar calma cuando no se tiene.
Escribir, escribir, seguir escribiéndo para desahogarse.
Guardar las lágrimas que trae el pánico cuando los nenes veían que el agua de su piscina hacía olitas, tranquilizarlos era la idea.
A veces lo lograba, otras las preguntas sinceras e inocentes no hallaban una respuesta que los conformara.
Tenía conciencia que extrañarían a los nuevos amigos cosechados en una estadía con final impredecible.
Los guardias costeros impedían acercarse al mar que habían aprendido a amar desde que nacieron o tal vez un poco más tarde.
Se terminaban los juegos en la arena.
Observar a los trabajadores portando maderas y clavos fue otro aviso.
Serían los encargados de tapiar los lujosos hoteles ubicados frente al mar.
Cristales ocultos impedirían observar el paisaje.
Pasillos alfombrados que no caminaba nadie.
Una tarde gris el sonido del teléfono modificó y apresuró todos los planes.
Los estudiosos pronosticaban marejadas.
Difícil calcular los daños con tanta anticipación.
Desde los ventanales espejados del aeropuerto un pájaro plateado los espera a ellos y a todos los que priorizan la vida.
Otra vez las preguntas.
¿Cuánto durará el vuelo?
En estado de shock que durará varios días, es imposible medir el tiempo.
Cuatro, diez, veinte horas carecen de sentido cuando se debe preservar lo único que tiene validez, la vida.
Instalados en la nueva casa, intenta que todo vuelva a la normalidad, tarea titánica cuando se ha estado tan cerca o tan lejos de la tragedia.
Despide a sus hijos.
La escuela y el reencuentro con antiguos amiguitos mitigará el dolor por aquellos que han quedado lejos.
La red propicia que lea los diarios, las comunicaciones telefónicas son defectuosas.
Puede oír la voz quebrada de los que han quedado custodiando sus refugios naturales.
Poseidón ha salido de su letargo.
Prepotente, majestuoso, agita las aguas que salen de su cauce.
Nada lo detiene.
Con su bravura inusitada no tendrá piedad.
Arrasará con todo aquello que se interponga a su paso.
Morirán las flores, los frutos, callarán su melodía los pájaros.
Escribir, escribir, seguir escribiéndo.
Otro océano será el motor de sus letras, el agua tranquila acunará los sueños.
Volverán a construir el mejor legado para su descendencia.
Camino nuevo, incierto, con piedras que deberán sortear en el trayecto.
Saben que con amor todo se logra.
Se apartarán de los relojes que impiadosos miden el tiempo.
La capilla abierta del bosque los espera.
Están juntos, orarán por todos los que sufren los designios de la naturaleza.
Algún día no lejano, el mar y la tierra estarán quietos.
Mientras tanto reza.
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