Las lanchas que transportan a los deportistas que practican submarinismo, amarrarán en el puerto.
La idea es no cortar con el ruido de los motores, el espacio donde moran los delfines.
El cielo rojizo anuncia el nacimiento del sol, majestuoso emergerá de las aguas.
Transparente el firmamento lo recibe.
Antes de desembarcar todos se han colocado el traje de neoprene, cargan en sus espaldas los tanques de oxigeno.
Ella anuda la mata de sus cabellos con una cinta del mismo color de sus ojos, mirada profunda como el océano, en minutos será la delicia de todos.
Deben caminar hasta la bahía.
Lugar donde las rocas desnudas sumergen los pies desnudos en el agua.
Unos pocos turistas preparan los binoculares para acercar las imágenes de los mamíferos, a punto de iniciar un espectáculo pocas veces visto en el mundo.
En libertad regalan piruetas, el peso que ostentan no les impedirá parecerse a pájaros iniciando una danza.
Se elevan con destreza.
Seis de ellos forman un círculo, las figuras arrancan tímidos aplausos.
A esa hora es necesario el uso de flashes, estrellitas que ornamentan el universo.
Libre como el viento que desordena su cabellera, nada junto a ellos.
Son amigables, pasea radiante sobre el lomo de uno.
Se sujetará de las aletas.
Más atrás una pareja de delfines nada en soledad, viviendo su mundo de libertad, juntos, siempre pegaditos como si no quisieran que la magia de ese amor, sea llevada al fondo del océano.
Con señas le avisan que el bautismo con los delfines ha concluido.
Muchos esperan vivir semejante experiencia.
Dejar que el cuerpo sea una parte más de esos mágicos animales que nadan con precisión de atletas.
Está segura de haberlos visto sonreír.
La ruta es una cinta plateada que bordea las piedras.
Han pasado varias horas deleitándose.
Dos camiones de gran porte se detienen.
Nada los identifica.
Nadie comprende qué están haciendo en ese paraje inhóspito.
Visten trajes anaranjados, en sus manos llevan grandes redes.
Comienzo de la tragedia.
Uno de los vehículos arastra una pileta de agua salada.
La pareja de delfines sigue prodigándose mimos ajena a los movimientos que suceden en la superficie.
La red atrapa a la hembra.
El chillido del macho altera los corazones de quienes presencian la escena.
Los turistas reclaman, no entienden razones, ninguno de los papeles que muestran son creíbles.
Ningún permiso puede ser avalado cuando se despoja la naturaleza.
La presa es colocada en la pileta, el destino un acuario.
El macho muestra su tristeza, pareciera haber olvidado todas las piruetas que hacía cuando estaba con ella.
Mansa se esconde debajo del agua de la pileta.
No acepta los peces que necesita para alimentarse.
La salud del delfín corre peligro.
Ningún visitante se sienta en las gradas para observarla.
Han pasado quince días.
Ella, utilizó todos los medios para liberar al delfín.
Otro camión espera para devolver a la hembra a su hábitat natural.
Gozoso el macho la espera con sus chillidos característicos.
Nadan sin descanso, quieren alejarse del mundo de los hombres y los negocios que intentaron separarlos.
http://www.youtube.com/watch?v=-CKDYc9J0Mg
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