Tuesday, April 09, 2019
EQUILIBRIO
El clima cálido quiere perpetuarse fuera de temporada.
La tibieza de la estrella más grande del universo, invita a caminar.
Hacerlo en absoluta soledad, trasmite paz a las almas doblegadas por el peor dolor.
Detrás de la cabaña que habito se ubica la propiedad de Odile.
Una mujer que tiene la edad del tiempo.
Detenerse en su mirada es igual que observar el cielo.
Transparencia incapaz de opacar el sufrimiento.
Líneas pequeñas surcan su frente.
Imagen de sabiduría.
Lejos de ocultarlas, usa el cabello del color de las mieses de trigo en una prolija trenza.
Sus rasgos son tan finos como la esbelta vara que conforma su cuerpo.
No duda en mostrarme las flores de su jardín.
Está en la parte posterior de la finca.
Asombra la variedad.
Es temprano.
La mayoría de las flores está vestida con transparentes gotas de rocío.
¿Será el llanto de la diosa Eos?
Cuando finaliza la plantación se ven árboles de antigua data.
La corteza en algunas especies comienza a desprenderse.
Pese a la edad se renuevan en forma continua.
Odile, abstraída por sus pensamientos, queda mirando una antigua cuerda de considerable grosor.
Es exótica.
Se encuentra adherida a la tierra, no es posible mirar donde finaliza.
Erguida sostiene una bella como sencilla flor.
Brillan los ojos de la mujer.
Pese a la curiosidad, no pienso interrumpir aquello que se desarrolla en su memoria.
Trato de sostener la mirada en lo alto.
¿En que sitio terminará el recorrido de la cuerda?
Odile es sensible.
Percibe las ideas generadas en ese continuo querer saber que poseemos los terrenales.
No tardará en develar el enigma.
Lis, su hija que hoy ya no está, era cultora del equilibrismo.
Desplegaba largas y coloridas telas, que sostenía entre los árboles para mostrar su destreza en las alturas.
Al principio envolvía su cuerpo no muy alto.
Con el tiempo logró quedar suspendida y balancearse como si fuera parte del aire casi hasta llegar a la copa de los árboles.
Si bien, Odile, tenía temor por cualquier accidente que pudiera sufrir su primogénita, confiaba plenamente en ella.
Un atardecer, estando a casi diez metros del piso, en el instante que los pájaros entonaban las más bellas melodías, Odile escuchó el grito aterrado de Lis.
Una de las telas de color fucsia en las que estaba haciendo piruetas se rompió.
La joven intentó sostenerse de otra tela.
Los brazos no le alcanzaban para cumplir su objetivo.
Odile corrió con la intención de morigerar la caída.
No pudo.
La llevaron a una sala cercana al complejo de cabañas.
Pese a los denodados esfuerzos de los médicos,, nada pudieron hacer para evitar una muerte tan injusta como la tuya.
Como todas las madres, Odile sigue llorando a su hija.
Igual que yo quiere estar con ella.
Sepultó a Lis entre los árboles en que ella se colgaba para sentirse libre como las avecillas que desde ese instante fatal dejaron de cantar.
Esta historia ocurrió hace veinte años.
Las telas utilizadas por Lis, quedaron en el lugar.
La madre quería ver en sueños a su hija.
No puede precisar la fecha.
El tiempo dejó su huella en la atracción de Lis.
Las telas mutaron a la soga que comenzó a crecer.
En su recorrido tiene una flor.
Nadie puede explicar su aparición.
Entramos a la cabaña.
No puedo ni quiero dejar sola a esa madre acompañada por recuerdos tortuosos.
Mientras bebemos café, Odile me sorprende con una pregunta inesperada.
¿Qué originó la muerte de tu hijo?
Perpleja le cuento nuestra historia.
Del bolsillo de su delantal extrae una foto de Lis.
Tiene una belleza especial.
El paso del tiempo va tornando los espacios blancos en color sepia.
Poco importan esos detalles.
Los rasgos de la joven permanecen intactos.
Nos quedamos pensando en Ustedes.
Los interrogantes nuevamente invaden mi corazón.
¿No sabe el destino que los hijos no deben morir?
¿No se conmueven al ver una madre sepultando a su hija entre los árboles del jardín?
¿No tuvieron atisbos de culpabilidad cuando observaron que llevaba la urna que contenía tus cenizas como si se tratara de un bebé?
¿Qué otra prueba necesitan para darse cuenta que el amor de una madre es inconmensurable?
¿Lis está a tu lado?
¿Has percibido, su esencia?
¿Existiese lugar donde las tradiciones afirman que van los muertos?
¿Tánatos por que tus actos son tan viles?
¿Has tenido una mamá?
Poco importa.
¿Por qué sos inmortal?
¿No es suficiente el espacio de la tierra para contenernos a todos?
¿Sos el inventor de la supuesta existencia de vida en otras dimensiones?
¿Cómo creerle a un ser tan cruel?
¿Has tenido descendencia?
¿Cómo harás para arrebatarle la vida?
Odile me observa.
El silencio es demoledor.
Pregunto hasta donde llega la soga con la flor.
No lo sabe.
Hace dos décadas que crece.
Imagina que deberá aprender a desplazarse por ella para llegar al cielo.
No puedo evitar preguntarle si cree en ellos.
Cuenta que los sentimientos de una madre son encontrados.
A veces piensa en la vida en otras dimensiones.
Otras se muestra, cautelosa.
Necesita sostener alguna creencia con la esperanza de encontrarse con Lis.
Sabe que nada dura para siempre.
Cuando escucho esa frase no puedo evitar el llanto.
Es tu axioma favorito.
Odile comprende.
Con voz queda, aconseja regrese a la cabaña.
Comprende que no deseo compartir el dolor.
Las heridas producidas por la ausencia de un hijo, jamás llegan a cicatrizar.
La distancia aumenta el dolor.
¿Puede alguno de Ustedes explicar que significa la palabra resignación?
¿Una madre puede asumir que su hijo no estará nunca más?
¿Quién afirma con total impunidad que el tiempo restaña las lastimaduras?
¿Han tenido experiencias trágicas?
Tesoro de mi vida, abrigaba la idea de pasar varios días en este sitio que hoy ha dejado de ser encantador.
Necesito imperiosamente, estar cerca de nuestra familia chiquita.
¿Sabías que tengo ansiedad por darte un beso?
Mi realidad dice que es un espejismo.
Te amo como a nadie en el mundo,
Sos mi vida entera.
Por favor, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=v8JRzXCFHrw
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