Monday, October 14, 2019

MIRADAS QUE HABLAN



Buenos días mi cielo.
La mañana es invernal luego de tantos días donde el cielo no cesaba de llorar.
Me hiciste falta más que otras veces.
El grito desgarrador de los truenos, aterroriza, aún a los seres con más templanza.
Te extraño.
Detesto los fines de semana largos, tu ausencia es más dolorosa.
Incentivan las salidas turísticas.
Personalmente es cuando más noto el peso de la soledad.
¿Cuándo finalizará?
Las esperas son destructivas.
No tienen razón de ser.
Si el premio fuera encontrarte, tal vez sería más llevadera.
En la madrugada mientras Eolo soplaba con fuerza, apareciste en mis sueños.
Un estado desalentador, dado que no podía visualizarte.
Los sueños no saben razonar.
En ocasiones son estigmas agregando sufrimiento al dolor.
En ese estadío, te buscaba en una institución médica.
Como loca recorría los pasillos buscándote.
Todas las puertas de las habitaciones estaban cerradas.
Nadie acudía al llamado desesperado de una mamá, intentando encontrar a su hijo en un laberinto.
Los caminos no llevaban a ninguna parte como sucede con esos espacios en los que alguna vez jugamos a las escondidas o saber quien sería el primero en encontrar la salida.
Nunca pude ganarte.
Tengo un pésimo sentido de la orientación.
Un juego para recrear.
Al final del esos caminos locos nos encontrábamos con un abrazo.
Abrazo que ahora no te puedo dar.
Tu voz, me llamaba con angustia.
En estado de desamparo, me has llamado mamá o directamente por el nombre.
Un ser al que luego no pude ver nuevamente para agradecerle, me dijo estabas en la sala de mutilados.
Respondí no conocer el sitio, menos esa sala donde residía el horror.
Mi guía era un hombre de contextura grande.
Cada paso que daba era emprender una carrera de mi parte.
No entendía por qué había un sector de ese espacio siniestro que en nada se parecía a una unidad hospitalaria, existía una sala para mutilados.
¿Tantos accidentados estaban allí?
Tu voz, continuaba llamándome.
Imposible dominar la desesperación.
Imposible cuando uno imagina un cuadro de terror.
Los quejidos se multiplicaban.
Traté de mantener mi postura racional sin saber qué encontraría después.
El hombre indicó una de las puertas.
No comprendí, el sentido de los candados, cadenas y cerrojos.
¿Quién podría rescatarlos de allí, ante una urgencia?
Nada dijo mi acompañante ocasional.
Me tomó la mano, deseándome suerte.
La mirada tan mansa como triste me conmovió.
Pese a los continuos y desesperados llamados nadie procedía a la apertura de esa puerta.
Te hablaba.
No sabía si podías escucharme.
Con paso cansino apareció un ser de aspecto abominable.
De un arco de metal de color negro colgaban unas cuantas llaves.
Los gemidos de dolor eran más intensos.
Con pocas ganas de colaborar, ese ser tenebroso me preguntó a quien buscaba.
Cuando le dije tu nombre, contestó que la visita sería breve pues eras el próximo para llevar a cirugía.
Como pude ahogué el llanto invasor.
Necesitaba me vieras bien.
Fuerte, para poder sostenerte.
Cuando las puertas se abrieron el hedor era insoportable.
No conté las personas que habían perdido sus extremidades.
No te preocupes mi amor, de aquí te sacaré y seré yo quien cure tus heridas.
Detrás de un sucio biombo estabas clamando por mí.
Te abracé con todo el amor que te tengo.
Estabas sano.
¿Qué hacías en ese sitio donde se amputan los miembros de otros terrenales?
Eras el próximo de la lista.
No permitiría te tocaran un cabello.
Rápidamente una mujer que cuidaba a su hijo contó que en ese lugar espantoso se llevaban a cabo, operaciones para cercenar las extremidades de seres sanos.
Sentí asco y dolor.
La mujer me pidió huyera de allí.
¿Cómo hacerlo si todas las puertas tenían poderosas cerraduras y las pocas ventanas del sitio estaban enrejadas.
Nos hablamos con la mirada.
Antes de permitir esos actos aberrantes deberían amputarme las piernas a mí, sin el uso de fármacos.
No sé como visualizaste una vieja claraboya por la que podíamos huir.
Otra vez el sentir más tenebroso se apoderó de mi alma.
¿Cómo trepar hacia ella y salir por los techos?
Tu propuesta fue saliera primero yo.
Me sostendrías sobre tus hombros para que pudiera salir.
No me dejaste decirte que no te dejaría solo.
Otra vez en situaciones extremas mostrabas tu generosidad.
Siempre primero estaba yo.
Desde el techo pude ver como trepabas por los listones que sostenían el techo.
No era fácil salir de ese lugar.
Cruzaste tus piernas sobre otra viga.
Estabas más cerca.
No pude pronunciar palabra mientras te deslizabas con destreza.
Faltaba un salto para estar nuevamente juntos.
Propusiste, nos escondiéramos detrás de los gigantes tanques de agua.
Una contradicción para un enclave donde la mugre ha establecido su reinado.
Rogaste estuviéramos en silencio para no ser descubiertos.
Con el corazón estrujado laminada te respondía no haría nada que nos pusiera en peligro.
No sé rezar.
Hablé con las deidades que todos veneran para que nos protegieran.
Queríamos huir del averno.
La caricia de tus ojos logró tranquilizarme.
Rogaba no te alejaras de mi lado.
Una y otra vez decías en un murmullo “Tranquila mamá”
De uno de los tanques de agua descendía una escalera.
La utilizaríamos al atardecer.
Nos mantuvimos en silencio.
Nuestro lenguaje siempre han sido las miradas.
Cuando el sol dio las primeras señales de irse a descansar comenzamos a bajar los peldaños.
Nunca soltaste mi mano.
Continuamente me alentabas.
¿Existen muchos hijos como vos?
Corrimos unas cuantas cuadras.
Me pediste el celular para saber en que sitio nos encontrábamos.
En quince minutos estaríamos en nuestro refugio.
Al llegar me preguntaste si tenía guardada tu ropa.
Necesitabas ducharte y cambiarte.
Te pedí quedaras a mi lado.
Con la tristeza de tu mirada solo respondiste “No puede ser mamá, pronto estaremos juntos para siempre”
Tu figura se desvaneció al llegar a la puerta de entrada.
En soledad solté las lágrimas.
Te había visto en el lugar menos deseado.
Pese al espanto me resultaba conocido.
Busqué en la red dónde podía estar ese lugar tenebroso.
Luego de un rato, encontré el título de un libro.
La tapa recreaba el sitio en el que estuvimos.
Comencé la lectura con avidez pese a que no me gusta leer por Internet.
El sanatorio de las mutilaciones es una ficción muy conocida hace centurias.
Ambos sabemos que nunca tuvimos acceso a ella.
Descartamos las lecturas que dañan tanto el intelecto como el alma.
¿Por qué ese sueño carente de razón?
¿Será parte del calvario recreado cientos de años después para vivirlo unidos?
¿Cuál es el mensaje de un sueño tan irracional?
Mi alma escucha tu voz recordándome a Calderón de La Barca en su famosa obra, “La vida es sueño”.
Tesoro quiero soñarte de la manera habitual.
Sin padecimientos para ninguno de los dos.
La empatía existente entre nosotros logra estos sueños demenciales.
Deseo estés bien esperándome.
No tiene sentido permanecer aquí.
Mi alma, por favor nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=wlAM4FOwUS4

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