La eternidad acunará el sueño del Maestro.
El gélido invierno se lo llevó para siempre, tal vez el destino sabio quiso que lo acompañara la suave fragancia de un jazmín.
La ciudad se llamó a un respetuoso silencio para homenajearlo.
Solo en las iglesias ejecutantes de órganos hacían sonar sus acordes recordándolo.
Las calles vacías.
Las persianas de las casas bajaron al unísono al conocer la noticia.
Los enamorados no unieron sus bocas en la calidez de los besos.
El cielo se tiñó de gris, tenue la llovizna se confundía con las lágrimas de todos los seres que lo habían amado.
La naturaleza no quiso que los geranios que colgaban de los balcones regalaran a la vista la majestuosidad y sencillez de sus flores.
Allá a lo lejos el mar interrumpió su danza, por un momento no salpicaría con espuma salada la roca que emergía desde las profundidades del océano.
Los barcos de pescadores que arribaban al puerto por esa vez no harían sonar sus sirenas.
El insigne habitante de Milán había partido.
No estaría presente en el famoso brindis, perduraría para siempre su obra en el recuerdo de los que aún siguen admirándolo.
http://www.youtube.com/watch?v=HESjEz_Vbfs
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