La colección de ropa presentada por Marcia el verano pasado había sido un éxito.
Para la temporada otoño invierno trajo ricas telas.
Para la noche terciopelos, gasas, muchas piedras en el escote y diseños que realzaban la figura de la mujer.
Los trajecitos pret a porter eran sencillos, la vuelta de los escoceses causarían furor.
Las modelos más conocidas transitarían la pasarela.
Al final del desfile aparecería la vedette de la noche.
Esta vez no sería la típica novia, deslizándose como una gacela para mostrar un exquisito vestido color marfil, el clásico velo que terminaba en una extensa cola que ocuparía la alfombra.
Marcia adoraba los perfumes, decidió anexar su propia marca a la exhibición de ropa.
Había viajado a los laboratorios más importantes del mundo con el propósito de elegir las fragancias.
Estaba segura que las elegidas serían del gusto de las mujeres de cualquier edad.
Optó por esencias cítricas, un toque de jazmín y maderas de oriente.
El silencio pobló las mesas del hotel, Marcia traía un estuche dorado con forma de roca, en su interior el frasco tenía las mismas características.
En su noche, radiante exhibía su última creación.
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