Saturday, May 02, 2009

LA MANO DEL DESIERTO




El famoso escultor quería una obra diferente, estaría enclavada en el desierto de Atacama como testigo de la inmensidad donde es difícil que un ser humano pueda subsistir.

Eligió una roca de grandes dimensiones para realizar su obra.

La mano extendida hacia el universo reflejaba la bienvenida a ese sitio poco hospitalario.

Recibió varios premios, se alejó para recibirlos.

Al regreso fué a verla como quien va a visitar su primer amor.

El dorso de la mano se encontraba perfecto, solo las tormentas de arena habían hecho su trabajo para ocultarlo.

La sorpresa la encontró al mirar la palma, cientos de nombres escritos con aerosol, fechas desconocidas, dibujos surrealistas la habían dejado marcada para siempre.

En silencio se acercó al ver los daños, imposible repararlos sin que la roca perdiera su esencia.

Lloró impotente, una vez más no comprendía la indolencia de los visitantes que intentaban perpetuar sus nombres en espacios ajenos.

El trabajo de años había sido manchado por la debilidad de algunos que como patrón de vida tienen la desidia.

En el instante que abandonaba el sitio, una pareja de enamorados en el dorso de la mano dejaba un blanco jazmín.

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