El rey y sus asistentes se preparaban para huir del fastuoso palacio, los esperaba la carroza para llevarlo a un destino incierto.Afuera en las calles no le daban importancia.
En la ciudad de París, a orillas del Sena, el pueblo bailaba, cintas rojas, azules y blancas eran su bandera.Atrás quedaría la opresión para siempre.
Ellas vestían sus trajes comunes, ellos elevaban sus copas, las burbujas doradas llegaban al cielo.
Sueños de libertad anidaban sus almas, el pueblo ignorado salió a las calles.
Nadie quedó fuera del festejo.
Los más pequeños no entendían mucho, asustados tomaban las manos de sus padres.
Por fin podían expresarse.
Ninguno deseaba la muerte del monarca aturdido, solo querían vivir con dignidad sin tener una faja imaginaria que les tapara la boca, y con ellos se durmieran para siempre los sueños.
Hoy miro una postal de la época, los ciudadanos ríen, felices de haber salido de un sistema no querido por todos.
Francia renace como el Ave Fénix desde sus cenizas.
La alegría trasciende las imágenes.
Desde lejos en otros años miro las fotos de los diarios, escucho noticieros, abrigo utopías que tal vez no pueda ver en mi vida.
Me gustaría que mis herederos volvieran a su tierra, lejos de la tiranía disfrazada de democracia.
Para ellos quiero un destino diferente.
Quizás algún día no lejano, mis amores puedan festejar a la vera de un río de aguas color león la llegada de la libertad de pensamientos.
Tal vez en el rugido imaginario del felino sepan encontrar el sendero correcto.
Quiero que encuentren la libertad con mayúsculas, esa que no se ata al carro vencedor de quien regala mentiras, abusando de los que menos tienen.
Ansío para ellos transiten un camino sin pesadas cadenas.
Es posible que pasen muchos años, desde otro plano seguramente festejaré con ellos la cristalización de sus proyectos.
Ignoro si es crónica o utopía, en este momento es una fuerte expresión de deseos.
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