Hace meses que los chicos del jardín Corazones, preparan los festejos del Bicentenario de la Patria.
Son pequeños a los que hay que enseñarles el nacimiento de una nación independiente.
Esta vez han necesitado la colaboración de toda la familia para el festejo.
Abuelos orgullosos prestarán para el evento fotos color sepia.
Los pequeños abrirán sus ojitos llenos de asombro al observar las primeras embarcaciones que llegaban al puerto.
Se parecían demasiado a las que muchas veces había visto en películas animadas.
La imaginación e inocencia de los niños les otorgaría color a esas postales añejas.
Pasarán todo el día recopilando datos, en realidad lo hará la maestra, para que sus chicos amenicen los festejos.
En el recreo la seño, como le dicen sus chiquitos pasará imágenes rescatadas de aquella época.
Calles angostas, de tierra, llevarán al primer Puerto de Santa María del Buen Ayre, allí amarraban las primeras embarcaciones, darán un salto por la historia, comprenderán los valores de aquellos hombres de antaño.
La docente los inculca en esas mentes vírgenes.
Extasiados miran los navíos repletos de inmigrantes que huían de las guerras que provocaban los hombres, el destino sería una tierra promisoria.
La maestra les cuenta de los largos viajes emprendidos por quienes buscaban un mundo mejor para instalarse definitivamente.
Hombres y mujeres que necesitaban un pedazo de tierra para trabajarla, allí de norte a sur, de este a oeste, nacerían cientos de argentinos.
Celebraban las fiestas patrias reunidos en las plazas, todos aportaban algo, no faltaban en los árboles prendidas como flores las escarapelas, en las luminarias flameaban las banderas, como intentando desprenderse de los brazos de metal, y cual pájaros confundirse con los colores del cielo.
Doscientos años son muchas vidas, demasiados ideales concretados o no.
Nada de ello les haría perder la esperanza de construir un mundo mejor.
Hoy la postal de Buenos Aires es otra, el puerto es moderno, llegan cruceros de todas partes del mundo, ellos saben apreciar la belleza que ofrece nuestra tierra , esa que el originario no recuerda o no mira.
No hay viejas goletas, han sido suplantadas por embarcaciones de última generación.
Nada de ello hará perder el acerbo.
Faltan banderas que flameen en los balcones o los techos de las casas.
Muchos ciudadanos están a punto de bajar los brazos ante la desidia y el caos no buscado.
Allá en el sur, los chicos recrearán el bicentenario.
Magalí y Santino han probado sus trajes.
Magalí y Santino han probado sus trajes.
Ellos cerrarán el acto bailando un tango.
Pollerita corta de satén negro para la niña, zapatos de bailarina.
Traje negro para su compañero de baile, sombrero de ala ancha, lengue ajustado al cuello.
El maestro de música acompañara con su bandoneón a los bailarines, hermosos acordes inundarán el espacio.
Un tango de aquellos hará vibrar los corazones de todos los espectadores.
La maestra cerrará el festejo con pocas palabras.
Les pedirá a los asistentes que guarden en su alma ese pedazo de la historia que los nenes han representado .
No olvidar es la consigna.
Renacer tomando lo bueno para mejorarlo.
Aplausos para despedir la bandera de ceremonias, lágrimas en casi todas las miradas.
Aplausos que la montaña repite como un eco, hasta que miles de manos los imiten aplaudiendo a la Patria Argentina.
Tenemos solo ésta, con los cuatro climas que envidia el planeta, con campos fértiles que esperan la siembra de la semilla, en poco tiempo serán alimento para los que tienen y para los que el destino ha olvidado.
http://www.youtube.com/watch?v=dPUo9jQPsiY
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