Pese a haber tenido cinco hijos conservaba el cuerpo escultural de siempre.
El gimnasio formaba parte de la rutina diaria.
Tres niñeras cuidaban a los niños, ella se ocupaba del más pequeño.
Muchas veces Esteban le reclamó la diferencia que hacía con ellos, estaba dispuesto a concederle los caprichos de tener más asistentes para que la ayudaran en la crianza de los chicos, solo le pedía que se ocupara de todos, los nenes percibían el poco trato de su madre, una mujer que no dudaba en gritarles cuando apenas los veía.
Harto de las peleas, el padre pensó que si ponían distancia tal vez ella reaccionara.
La acompañaría a todos los médicos, ella rehusaba cualquier tratamiento, decía no creer en las depresiones post parto ya que no las había tenido con los otros hijos.
Como una autómata concertaba citas con psicólogos y psiquiatras a los que después no asistía, esgrimiendo vanas excusas.
El pequeño Germán pronto cumpliría un año, parecía más pequeño.
La madre preparaba el festejo sin ganas, Esteban no la veía disfrutar como en el de sus hermanos.
Había cambiado, de ser una mujer impecable, pendiente de su dieta y ejercicios, ahora tenía la mirada perdida, miraba sin ver, no se ocupaba de ninguno de sus hijos.
Alarmado, Esteban decidió traer trabajo a su casa con el propósito de controlarla, temía por los niños.
Mónica era lo más parecido a un fantasma, no cuidaba los detalles, lejos había quedado la mujer que le había cambiado el sentido a su vida.
Nada quedaba de aquella mujer alegre que lo esperaba insinuante, sensual en la manera de caminar, lánguida cuando lo abrazaba con fuerza para demostrarle el amor inmenso que se tenían.
Una tarde otoñal abrigó al pequeño, la intención era llevarlo a jugar a un parque de diversiones, tratar de recomponer el lazo madre e hijo.
La buscaron durante dos días y dos noches.
Apareció sola, sucia, con ropa que no era de ella, nada se sabía del niño.
A la requisitoria de los detectives respondía, “Sucedió antes de que me diera cuenta”, proseguía un llanto incontenible, palabras inconexas, fuera de la realidad.
Maldijo el momento en que amenazó con abandonarla, jamás habría podido dejarla, la amaba más que a su vida, juntos habían conformado una familia casi perfecta.
Esteban decidió llevar a los chicos a la casa de sus abuelos, las asistentes aliviarían el trabajo que conlleva criar a niños pequeños.
Conservarían la misma rutina, solo faltaría Mónica, meses después estaba internada en un instituto de salud mental.
Esteban la amaba como antes, como siempre, quería recuperarla.
Necesitaba que estuvieran juntos nuevamente, solo quería saber dónde estaba Germán.
Todos los medios audiovisuales reproducían la foto del chiquito, quienes dieran datos para encontrarlo serían recompensados.
La familia pasó meses de tortura, hundidos en la oscuridad que produce la espera, desconociendo los resultados de la búsqueda.
La familia pasó meses de tortura, hundidos en la oscuridad que produce la espera, desconociendo los resultados de la búsqueda.
Una tarde de primavera, en el instante preciso que las flores del manzano regalaban su fragancia, llamaron a la casa, una monja de hábito tan azul como sus ojos sostenía la mano tibia de un niño.
Habían recuperado a Germán, la hermana de caridad no aceptó el fajo de billetes que Esteban ofrecía, solo pidió que se hiciera cargo de las obras que faltaban al convento.
Hoy Esteban vive en otra casa con sus hijos, tratan de ser una familia convencional.
Mónica se pasea por los jardines de la institución, no recuerda nada de su pasado reciente, quienes la cuidan dicen que apenas habla, tiene el cabello largo hasta la cintura, le faltan alas imaginarias para parecerse a un ángel.
Juega con un rulo que cae sobre su frente, acuna un muñeco entre sus brazos.
Repite como una letanía, sucedió antes que me diera cuenta.
No sabe si podrá llegar a la vida anterior al nacimiento del último hijo.
Sabe que las circunstancias vividas no serán capaces de cambiar el amor que se profesaban.
http://www.youtube.com/watch?v=fGCKRcGdM3c
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