Observa desde la platea principal.
Los años no han pasado en vano, han dejado huellas en el pequeño cuerpo de esta mujer grande de la escena mundial.
Conserva la mirada triste, enmarcada en largas y renegridas pestañas.
El teatro al verla en uno de los palcos principales la aplaude de pié.
Ha dejado para todos los tiempos pasados y futuros todo su arte.
Se desplaza con dificultad, no quiere perder un minuto del espectáculo que ella hiciera famoso.
Los asistentes visten de acuerdo a la gala, trajes largos para ellas que descubren las redondeces armónicas de sus siluetas trabajadas en el gimnasio.
El sol las ha dorado como si fueran espigas.
Ellos, impecables con sus esmoquin negros, solapas de seda son el marco perfecto para las camisas blancas con alforzas y moños mariposas al tono.
Ella esta precalentando el cuerpo en los camarines.
Colgado en un perchero espera el traje que utilizará la primera bailarina.
Breve atuendo que dejará descubiertas las piernas cuando comience su baile sensual con la silla, camisa blanca, jaquet bordado con lentejuelas que permitirá admirar sus formas perfectas.
La corbata tiene destellos robados a la luna.
Liza posa para los fotógrafos.
Sus manos huérfanas de caricias sostienen la copa de champagne burbujeante.
Amigos ocasionales festejan cada una de sus palabras.
Ella sabe del compromiso que tienen los agentes de prensa, entiende que la mayoría por una cuestión generacional, no saben mucho de su carrera.
Hija de famosos, le faltó lo primordial, el cariño expreso de sus padres.
Largas giras los separaban.
Buscaba saciar el amor en brazos de distintos hombres, todos querían estar cerca de ella.
Manteniendo la sonrisa seca las lágrimas que evocan el pasado.
Las luces del teatro bajan su intensidad.
En el escenario una silla.
Detrás de la cortina la bailarina espera los acordes de la canción para salir a escena.
Todos aplauden a la joven, enfundada en su traje de luces, saluda al público sosteniendo el sombrero bombín que le otorga más belleza a la belleza.
Altísimos taco aguja completan la vestimenta.
Piernas estilizadas, semiocultas en medias de red, sensualmente juegan con una vieja silla.
Pareciera que alas imaginarias las mueven sobre la madera gastada.
Canta como los dioses.
Emociona al auditorio que aplaude cada una de sus intervenciones.
Finalizado el baile, su cuerpo de gacela agradece con movimientos sencillos.
Alguien le acerca un ramo de flores, la tarjeta que lo acompaña expresa palabras nacidas en la admiración.
La más grande de las cantantes y bailarinas elogia el espectáculo.
Se reunirán en los camarines, lejos de la vista de los curiosos.
Abrazos sinceros culminarán la velada.
Antes que Liza parta sonriente en su silla de ruedas, ella como recuerdo le obsequiará la brillante corbata.
http://www.youtube.com/watch?v=Qtnma6RFkNo&feature=related
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