Es una niña dulce, a los ojos de los demás parece diferente, esos que no llegaron a conocer que tiene un corazón tan enorme que es capaz de albergar los sentimientos más nobles.Será su segundo viaje en avión.
En la mochilla lleva su pasaporte, ríe al mirar la foto, tan seria que pareciera que jamás se hubiera reído.
La madre enlazó las trenzas rubias con una cinta azul.
Escuchó a su mamá hablar con una amiga, con sumo cariño la prevenía de los habitantes de la nueva ciudad.
En minutos abordará el pájaro de alas plateadas, en pocas horas estarán en la nueva casa.
No tiene miedo, si ansiedad por el futuro desconocido.
La casa en la que se alojan está muy cerca del océano son otras aguas que la invitan a soñar.
La madre recorrerá varias escuelas hasta encontrar la que se adecue a los intereses y necesidades de la niña adolescente.
Juntas compran el uniforme, mañana será un gran día.
Se levanta más temprano que nunca, otra vez la mamá colocará cintas para sostener las espigas que formarán prolijas trenzas.
Son pocos adolescentes en el aula, no le cuesta integrarse.
Conocerá a Ileana.
Se ayudan mutuamente, comparten los mismos gustos.
Por las tardes coincidirán en el taller de cerámica, parece que fueran hermanas del alma.
Su amiga moldea un plato para regalar a sus padres, con manos inseguras ella dará vida a un pájaro de colorido plumaje.
Varias horas de horno eléctrico para obtener una figura que refleja el alma de la niña.
Otra vez el destino le dio la oportunidad de aprender a volar en tierras extrañas, cerca del mar.
Sonríe graciosa, sabe que del otro lado de la majestuosa cordillera sus amiguitas la esperarán siempre.
No importan las distancias cuando se cultiva la amistad verdadera.
La niña de mi cuento tiene suficiente imaginación para llegar hasta ellas.
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