Recuerdo tu mirada azul como el océano.
Juntos nos sumergíamos en mil mares, nada nos importaba.
Recuerdo aquella tarde en que prendiste una flor en mis cabellos enredados por el viento.
Los pétalos eran rojos como la pasión que nos encendía.
Tus manos expertas recorrían mi geografía, preludiaban versos inconclusos.
Juntos aprendimos a no dejarnos llevar por las agujas del reloj.
Las aguas quietas del océano se agitaban ante nuestra presencia.
Nos amamos de mil formas.
Bajo los rayos del sol que le daban más calor a nuestros cuerpo o cuando los destellos de la luna nos encontraban abrazados.
Guardo fotos que reflejan nuestro amor casi eterno.
Por qué digo casi, solo tú lo sabes.
No gravitaba en nuestro mundo si eran las heladas del Atlántico o las mansas gélidas del Pacífico.
Allí estábamos juntos para resolver cualquier contingencia.
Mudos ante la belleza que regala la naturaleza.
Árboles que enlazaban sus ramas eran nuestro techo.
Aladas figuras convocaban el encuentro.
Hoy miro las fotos que nos tomamos juntos, puedo escuchar la risa de esos momentos compartidos.
Cobarde, huiste de nuestro Edén.
¿Sabés algo?
No entiendo el significado de la palabra perdón, no puedo aplicarla en nuestro caso.
Nos prometimos escalar la cordillera, llegar a la cima, la meta era llevarles en el futuro un ejemplo a los hijos que no nacieron.
La tierra fértil de mi vientre fue copada por la aridez plena.
No me dejaste escuchar el vagido de un niño que asoma a la vida , producto de un amor sincero.
No lloro solo me inspira lástima que estés rodeado de cadenas.
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