Tuesday, June 30, 2009

UN CAMARÓGRAFO




Pablo mira por la ventana.

No parece que fuera a llover, no ahora.

Hoy es un día especial para Él, emitirá su voto por primera vez.

Las anteriores lo encontraron trabajando lejos.

El viento silba impiadoso.

Su mirada verde recorre la plaza, el frío la convierte en un predio solitario.

En un banco, ajeno a las contingencias del tiempo un hombre lee el diario.

En el bolsillo lleva migas de pan para ofrecerles a las palomas ausentes.

Del placard saca una bufanda, sonríe con los colores, su madre la tejió con retazos de lana.

Parece un arco iris, quebrará el gris invernal.

Llega a la redacción.

Sobre el escritorio como testigos silenciosos descansan las filmadoras, a un costado algunos barbijos que compró el director.

No siente soledad cuando la encuentra a ella, será su otro ojo, capturará todas las imágenes que pasarán en el noticiero de la tarde.

Descarta el barbijo, así hace con todo aquello que le parece que no será una barrera para vivir en absoluta libertad.

Ajusta la capucha de la campera, carga al hombro a la amiga que la acompaña desde hace unos años.

Puede decir que ella conoce sus estados de ánimo, siempre atenta para obtener la nota más esperada.

Aún tiene tiempo.

Beberá un café antes de ir a la dirección que consta en el papelito que guarda celoso en uno de los bolsillos.

Juan el dueño del kiosco lo espera, no es un día con mayores novedades a esa hora de la mañana.

Agradece y se va.

Tiene que hacer guardia en una escuela, allí votarán ricos y famosos.

Espantado con su cámara mira las paredes descascaradas.

En los pasillos ráfagas de viento congelan el lugar.

Las autoridades de mesa han tomado sus previsiones, guantes de látex, barbijos que en pocas horas no cumplirán ninguna función de prevención.

Ella baja de un auto lujoso, reparte sonrisas sin mirar la realidad.

El perfume francés inunda el lugar.

Se retira sin formular declaraciones.

La cámara guardó todos los movimientos en su alma de metal.

Pasaron ricos y famosos, hombres de negro que cuidan a uno solo.

No habla con los medios.

Tampoco tendría mucho para decir.

Ese colegio es un cachetazo de la realidad.

En pleno corazón de Buenos Aires, la escuela carece de lo más elemental, gas para las estufas, ambientes adecuados para los niños que pretenden ser hombres de bien en el futuro.

Concluida su tarea regresa al diario.

Al dejar la cámara le parece escuchar que se ha transformado en un objeto parlante.

La mira, tiene el lente empañado, una voz lejana le dice, no te preocupes, nada cambiará.

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