La isla de Socotra es pequeñita inmensa al albergar tanta belleza.
Salimos de Egipto una mañana espléndida, nuestra intención era navegar por las aguas del Índico.
El viaje solo demandaría unas horas, en ese lapso nos dedicaríamos a filmar la naturaleza.
Gracias a Dios allí no ha llegado la mano del hombre, ambiciosa se convierte en devastadora.
La lancha no llegó a la costa, apagó los motores cerca de la playa.
El agua de color turquesa acarició suavemente nuestros cuerpos.
Solo era necesario hacer silencio para admirar la naturaleza.
En los árboles cuya copa parecía un abanico buscaban descanso aves multicolores, el mar le había regalado alimento para sus crías.
Entre las flores se destacaba el colorido plumaje.
Desde algún lugar el sonido de una cítara acompañaba tanta hermosura.
Puedo afirmar que fue la primera vez que ví arenas blancas como la nieve, en el pequeño desierto se erigían majestuosas otras plantas, me gustaría poder describírselas, eran parecidas a tubérculos en cuya cúspide nacían flores de colores inimaginables.
En silencio buscamos refugio para almorzar sin molestar tantabelleza aglutinada en elpaisaje.
Las gaviotas planeaban perfectas, seguramente se internarían en el mar para alimentarse, una foca hacía ejercicios acariciada por los rayos de sol.
El agua cristalina dejaba ver piedras multicolores, transparente invitaba a adueñarse de alguna.
Desistí tomar una, no quería romper la perfección que un ser superior había diseñado para alegrar nuestra vista.
Quisiera compartir con Ustedes, el momento en el que el sol decidió esconderse en el agua, mis oídos escuchaban las voces de niños integrando un coro que le cantaba a la vida en todas sus instancias.
Emocionada seque mis lágrimas, por primera vez sentí que mi corazón reía ante tanta belleza.
Sé que algún día volveré a redescubrir esa magnífica isla, y como hoy espero que el hombre no haya llegado a ella.
Tengo sueños recurrentes, de la mano de mi amor volvemos a recorrerlas, acompañados de los pájaros que gorjean una canción de amor eterno.
Salimos de Egipto una mañana espléndida, nuestra intención era navegar por las aguas del Índico.
El viaje solo demandaría unas horas, en ese lapso nos dedicaríamos a filmar la naturaleza.
Gracias a Dios allí no ha llegado la mano del hombre, ambiciosa se convierte en devastadora.
La lancha no llegó a la costa, apagó los motores cerca de la playa.
El agua de color turquesa acarició suavemente nuestros cuerpos.
Solo era necesario hacer silencio para admirar la naturaleza.
En los árboles cuya copa parecía un abanico buscaban descanso aves multicolores, el mar le había regalado alimento para sus crías.
Entre las flores se destacaba el colorido plumaje.
Desde algún lugar el sonido de una cítara acompañaba tanta hermosura.
Puedo afirmar que fue la primera vez que ví arenas blancas como la nieve, en el pequeño desierto se erigían majestuosas otras plantas, me gustaría poder describírselas, eran parecidas a tubérculos en cuya cúspide nacían flores de colores inimaginables.
En silencio buscamos refugio para almorzar sin molestar tantabelleza aglutinada en elpaisaje.
Las gaviotas planeaban perfectas, seguramente se internarían en el mar para alimentarse, una foca hacía ejercicios acariciada por los rayos de sol.
El agua cristalina dejaba ver piedras multicolores, transparente invitaba a adueñarse de alguna.
Desistí tomar una, no quería romper la perfección que un ser superior había diseñado para alegrar nuestra vista.
Quisiera compartir con Ustedes, el momento en el que el sol decidió esconderse en el agua, mis oídos escuchaban las voces de niños integrando un coro que le cantaba a la vida en todas sus instancias.
Emocionada seque mis lágrimas, por primera vez sentí que mi corazón reía ante tanta belleza.
Sé que algún día volveré a redescubrir esa magnífica isla, y como hoy espero que el hombre no haya llegado a ella.
Tengo sueños recurrentes, de la mano de mi amor volvemos a recorrerlas, acompañados de los pájaros que gorjean una canción de amor eterno.
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