EL MAR, VOS Y YP

No solo en tierra firme se encuentran paisajes de belleza majestuosa.
El mar guarda para el turista postales increíbles donde se puede efectuar deportes acuáticos y demostrar la destreza innata de cada persona.
Por ser inquietos, a amos nos cansaba pasar mucho tiempo cerca de la costa.
Las imágenes suelen repetirse y suele cansar ver siempre o mismo.
Tuvimos la suerte de recorrer otros océanos donde en medio de la nada misma encontramos pequeñas islas dotadas del confort de cualquier ciudad del prior mundo rodeada por la más bella expresión de la tierra.
La naturaleza en todo su esplendor, estallando para quien quiera y admirarla.
Una de tus preguntas frecuentes era saber que había del otro lado del océano.
Mi respuesta era casi siempre la misma, otras ciudades o islas.
Sabía que no te conformaba pues no te referías a eso.
Indefectiblemente decían “No ma, quiero saber que hay donde termina el mar y comienza a unirse con el cielo”.
Al mirar detenidamente un globo terráqueo podíamos llegar a la conclusión que no había nada, las aguas podían unirse a otros mares, islas perdidas en la inmensidad o simplemente nada.
Nunca el cielo pudo unirse al mar aún cuando visualmente pareciera que sí lo hacía.
Fue difícil encontrar los argumentos valederos para que comprendieras que la tierra en un planeta que gira en el universo con la autonomía de los demás en los que se averigua en la actualidad si existe la posibilidad de vida en lugares tan lejanos.
Tus preferidas eran las playas de Brasil y Cuba.
Te sorprendía en ésta última isla la convivencia entre el lujo y la miseria, donde los propios ciudadanos no podían mezclarse con los turistas.
Dos caras de una misma moneda.
Recuerdo un viaje especial al norte de Uruguay.
Sitio bendecido oír la soledad permite admirar las imágenes en medio de la soledad más cruenta.
En ese tiempo, estar en un mundo solitario no representa lo mismo que la soledad que produce la ausencia del ser más amado en la vida.
Comenzamos la caminata bien temprano.
Un día magnífíco donde Febo no lastimaba la piel con sus rayos dorados atenuados por la brisa.
La caminata permitió una vez más que nuestras almas sostuvieran el diálogo perfecto sin necesidad de utilizar el don de la palabra.
El camino pavimentado se convirtió en ripio.
Comenzaron a aparecer los primeros carteles que anunciaban a los turistas que no habúa más protección ni guardias que se ocuparan de aquellos.
Advertencias sin sentido para dos seres intrépidos y aventureros como nosotros.
Las gaviotas sobrevolaban nuestro derrotero.
Podía escucharse el sonido del silencio.
Los pájaros de brilloso plumaje entonaban las más hermosas melodías.
Intercambiamos miradas como siempre para comunicamos.
No nos importaba la indicación de precaución que se repetían.
Dos locos tratando de descubrir lugares inhóspitos sin pensar demasiado en las consecuencias.
En un instante ante nuestra vista aparecieron dos acantilados.
Con su presencia majestuosa parecían decir hasta aquí tiene permitido avanzar.
En medio de ellos una roca en forma de herradura.
Símbolo al que muchos terrenales atribuyen el poder de la suerte.
El mar calmo en su ir y venir no descansaba en u tarea de decantar grácilmente y sin descanso las rocas.
Nadie me dijo que se podía pedir un deseo.
Pese a ello lo hice.
Le pedí al Dios en el que creen los cristianos que extendiera ese momento para siempre.
Pocas veces te había visto tan feliz.
Sentí la necesidad de perpetuar el momento pidiendo que siempre estuviéramos juntos.
Los designios del destino poco tiene que ver con el deseo de los humanos.
Mis ilusioes de retenerte a mi lado eternamente murieron en el momento que tu corazón emitía el último latido.
Daría aquello que no tengo para regresar al tiempo de ese pasado reciente.
Siento impotencia al no poder hacerlo.
Hijito no es demasiado lo que pido, quiero tener la posibilidad de darte un beso, uno solo para que sepas cuanto te amo.
No puedo y ello me revela.
Estoy cansada de esperar el reencuentro.
Temo que no me reconozcas.
Por ello a diario te pido que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

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