Mañana gris.
Tenue la llovizna torna el paisaje más frío.
Un día diferente al de hace dos años atrás cuando transitabas tu último día de vida terrenal en que el sol no daba la impresión de estar en invierno.
Con tu voz que se apagaba me preguntaste ¿Ma que mirás desde hace varios días por la ventana antes de bajar la persiana?
Tuve que mentirte y decirte que miraba el tráfico y luego cerraba las persianas para que pudieras descansar sin que la luz te molestara, algo que hacíamos siempre en casa.
Comprenderás que no te podía decir la verdad pues estabas aterrorizado, presintiendo tu propio final.
No alcanzaban las locas historias que inventaba para que tus ojos no tuvieran esa mirada tan triste.
Tan triste que cuando la recuerdo no puedo evitar las lágrimas.
No encuentro los adjetivos adecuados para describirla.
Parecía que una nube transparente se había apoderado de la belleza de tus ojitos de caramelo.
Volviste a insistir con la misma pregunta.
Tu obsesión era saber que veía por la ventana.
Hoy puedo decirte que veía la sombra de Hela, diosa nórdica que elige sus presas entre los enfermos y los ancianos.
Una mujer de una hermosura increíble.
Pese al frío de agosto aparecía como una sombra con su vestido etéreo de color negro.
En la antigüedad los terrenales que morían en batallas eran custodiados tras su muerte en el imperio de Odín.
Los ancianos o enfermos se los llevaba Hela.
No podía decirte que había visto su sombra,
Meses atrás habíamos estado conversando sobre el tema como si fuéramos dos adultos.
Eras chico para conversar de temas tan profundos.
Sin embargo no dudaste en pedirme tus deseos.
Deseos que cumplí de la misma forma en que fueran prometidos.
A media tarde una enfermera nos informó que nos cambiarían de habitación.
Eran las cinco y media de la tarde, pese a la circunstancia tan extraña no dije una sola palabra para no asustarte más de lo que estabas.
Los enfermeros tienen la maldita costumbre de llevar las camillas a toda carrera.
Le pedí no lo hiciera dado tu estado delicado.
No me veías, caminaba detrás del camillero, en el instante en que pediste por mi.
Tomé la casaca del camillero preguntándole “ que parte no había entendido de más despacio”.
Con sumo cuidado te subieron a la nueva cama, una habitación confortable para un solo paciente, estaba en los laterales del sanatorio.
Cuando vi la forma en que estaba ubicada no tuve ninguna duda.
Desde los pasillos que daba a las otras habitaciones no se podía ver la que estabas vos.-
Una puerta doble pese a estar funcionado no era utilizada por nadie.
Ello llamó la atención, detrás de esa puerta había un ascensor para camillas que levaba al peor lugar de la institución sanatorial.
No puedo evitar contar ningún detalle de esos días.
Sentí que se burlaban no solo de nosotros sino de todos aquellos que habían pasado por ese cuarto siniestro.
Mentes tenebrosas que solo querían aparentar que en ese lugar nadie llegaba al final.
El asco produjo remolinos en mi cerebro.
A partir de ese instante no dejaría que te siguieran torturando.
Me senté como siempre a tu lado mi mano izquierda siempre apoyada en tu pecho la derecha aferrada fuertemente a la tuya.
Quería transmitirte energías positivas, y también por que no, un poco de vida.
Hijo de mi vida esos quince días que permanecimos internados fueron los peores de nuestras vida.
Temprano, en un horario inusual llegó tu prima.
Juntas esperamos tu dolorosa partida.
Hela, la diosa nórdica de la muerte, habrá cumplido con el mandato de arrancarte de mi lado de la manera más cruel.
Nunca pudo lograr su cometido de separarnos para siempre.
Ella es una sombra escondida en las noches.
Ignora que mi hijo amado vive por siempre dentro de mi alma.
Estos días son muy difíciles.
Ninguna madre puede asumir la muerte del ser que más amo.
Sigo preguntándome ¿Qué hago aquí?.
Sé que tengo que esperar, el problemas es que no se cuánto tiempo insumirá esta espera, por eso te reitero mi pedido habitual, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=axUu8oI_C4E
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