VERTIENTE DE LÁGRIMAS

Cuenta la mitología griega que siendo niño, Zeus era castigado permanentemente por Cronos.
Éste solía arrojarlo contra las paredes.
Con el tiempo el niño tuvo anulada la capacidad de llorar.
Ante estas circunstancias tan triste el pequeño Zeus fue rescatado por las hermanas Ida y Astradea dos ninfas de Grecia antigua hija de Meliseo consagradas al llanto.
Cuidaban de Zeus como si fuera su hermano menor.
Con el objeto que se acercara a los juegos que nunca había conocido ya que Cronos era un hombre cruel, buscaron entre los jardines que alojaban a los dioses más importantes un objeto que lo hiciera salir de ese estado de abandono.
Encontraron una esfera multicolor y la llevaron a Zeus quien jugando comenzó a sonreír.
La vertiente de lágrimas se origina en el cerebro.
Puede estar ligada a grandes emociones como significa el nacimiento de un hijo que es el momento más dichoso y mágico que puede sentir una mujer trayendo vida a la vida.
En el caso de Zeus, el niño lloraba por el dolor que le producía el castigo constante e impiadoso de Cronos.
Sabiendo que su llanto enfurecía al Dios del tiempo decidió no llorar con el propósito de mitigar el dolor y los castigos bárbaros a los que era sometido.
Las emociones de cualquier origen ofician como llamador de las lágrimas.
Se puede estar pasando por un momento feliz y episodios predetermnados inundan los ojos de quien tiene esos sentimientos.
Personalmente, lloré el día que por primera vez te tuve en mis brazos.
Había nacido mi mejor obra.
Lloraba de impotencia cuando siendo pequeño no te podías manifestar por medio de las palabras y llorabas por episodios que son comunes en los bebés.
Las lágrimas más amargas, las que como una fragua queman el corazón, son las que se derraman cuando ese niño que trajimos a la vida parte de manera prematura.
No existe en el mundo un sentimiento tan enorme y cruel como reconocer que entre nuestras pertenencias poseemos un hijo muerto.
Es terrible escribirlo.
Por un momento imaginen el desamparo que significa sentirlo
De algún modo aceptar que pese a que llevamos a nuestro hijo en el alma no lo veremos nunca más.
No te preocupes tesoro.
Llorar hace bien para desahogar las penas.
Se siente un poco de alivio.
Ni me da pudor escribir que mi llanto es a diario.
Al principio te lloraba con desesperación.
Ahora mis lágrimas son más serenas, siempre nacidas en ese dolor que no se puede adjetivar.
Mi tesoro sabés que te amo.
El llanto cesará cuando me reúna con vos, mientras tanto te pido que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

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