Monday, November 04, 2019

DIRADAS COMO UN DESTELLO DE SOL



Buenos días mi cielo luminoso.
Hoy un poco más tarde.
Ciertos trámites eran impostergables.
Un día horrendo, pegajoso, no porque lleves vestuario dos o tres talles más chicos sino por la humedad espantosa.
Pese a que la sufrimos con frecuencia, no nos acostumbramos a su presencia.
Antes de salir escuchaba un canal de noticias.
El meteorólogo anunciaba tormentas y lluvias para las nueve de la mañana.
No soy de aquellas que siguen a pies juntillas los designios del tiempo y salen abrigados en pleno estío, pensando puede cambiar el tiempo.
Despedí a las gaviotas.
Como siempre revolucionadas.
Estados bélicos constituyendo caricias para el alma.
Desafiando al tiempo salí de mi refugio vestida de acuerdo a la temperatura.
Unas gotas traviesas, caían en forma discontinua.
Parecían estar eligiendo las flores a las que cambiarían el aspecto de los pétalos.
Octavio el chofer que me llevó a destino es un ser educado y amable.
Al verme sin nada para la llegada de la supuesta lluvia, preguntó si no tenía miedo de mojarme cuando regresara.
Comenté que la caída de agua estaba prevista para las nueve y sería una clásica tormenta preludiando al verano.
Preguntó si debía esperarme como otras veces, respondí que no era necesario.
Desde donde me encontrara al final de los trámites los llamaría para que vinieran en mi rescate.
No dejé nada pendiente.
Tal cual lo había anunciado llamé a la agencia para que vinieran en mi búsqueda.
Había unos minutos de demora.
Propuse esperarlos.
Poco importa la duración del viaje.
Prevalece la confianza hacia quien te transporta.
Mientras esperaba mi rescate, así le llamo, observaba la cara de las personas que me rodeaban ante los primeros alaridos de los truenos.
Caras largas.
Conocés como las denomino entre nosotros.
Cualquier saeta violeta serpenteando en el cielo los disgusta.
Odian las primeras gotas de agua como si del cielo cayeran dagas afiladas.
Imperturbable decidí cambiar el escenario.
No tardaron en auxiliarme mis musas.
Las gotas de agua que otros lamentan diciendo que ayer lavaron el auto, para mi se transformaron en gotas teñidas por los dorados destellos de sol.
Pude transformar el grtio de los truenos en la más hermosa de las melodías.
Ocasionalmente alguien me preguntó si la lluvia me ponía contenta.
La respuesta fue una amable sonrisa.
¿Cómo pueden interrogar sobre cuestiones meteorológicas que son necesarias en otras partes para que las cosechas despierten a tiempo solo porque se les salpican los cristales del parabrisas?
Allá ellos y sus precariedades.
Lamentablemente abundan
Los ojos de mi alma veían gotas doradas.
Virtuosas, hacían piruetas para no empañar los sueños de ningún mortal.
¿Alguna vez tu corazón tuvo mirada?
Poco importa si se ensucia el auto recién salido del lavadero.
Mente choquita, preocupada por males curables.
¿Cómo deberían reaccionar las madres que han perdido a sus hijos como Níobe o cualquiera de las mortales entre las que me incluyo por no tenerte?
¿Puede ser tan obtuso y mezquino de quines consideran una desgracia se les salpique el rodado?
¿Cómo deberíamos sentirnos quienes trajimos, vida a la vida para que vivan?
La mayoría de las mamás, engendra a sus hijos con amor prosudo.
Desde la concepción, existe el milagro de amar a ese ser que crecerá durante nueve lunas en nuestras entrañas.
Ni en los peores momentos podemos pensar que Tánatos se los puede llevar sin pedir permiso.
En una instancia muy particular de nuestras vidas estando internada en una UTI, con la voz quebrada por el llanto generado en los mejores sentimientos, tomando mi mano pronunciaste “Vos me trajiste a la vida, yo pude devolvértela”.
Eras un adolescente, si no hubieras llegado a tiempo, hubiera partido antes que vos.
No te preocupes, nunca daré más detalles de aquel fatal instante.
Deberías haber llegado diez minutos más tarde para que no fuera to, quien años después presenciara tu partida.
Me quedaron marcas de aquellos momentos, no tallarían nunca mi alma como tu muerte.
¿Por qué no permitieron fuera la guía del último viaje?
¿Qué condiciones me faltaban para llegar como siempre unidos al mismo lugar?
¿Cuál es ese hánitat desconocido por los terrenales que no se permite lleguemos a Ustedes?
¿Sabéns quien manipula los cerrojos que nada tenemos que hacer en espacio de Gea?
Gea vos que diste luz a divinidades, deidades y dioses adorados en el Olimpo, podés comprender mi situación.
No me retengas más en suelo adverso.
Las gaviotas tienen compañía integrando las perfectas escuadras que cubren el firmamento.
Mi hijo está solo,.
Quiero saber su después de la imprecación de la muerte y habiendo respetado su elección final, ha recuperado la belleza de su mirada.
Gea, la humanidad te reconoce como una de las primeras diosas, de la cuna de la cultura.
No pretendo menciones.
Ninguna etiqueta.
Mi única utopía lleva las siete letras del nombre que conforman el de mi hijo.
Te pido como mamá, puedas cumplir uno de mis más grandes anhelos, quiero darle un beso a mi hijo.
Sé que los espera.
¿Nadie ha besado su rostro en estos más de cincuenta meses?
Cuanto tiene miedo a lo desconocido ¿Quién es capaz de calmar sus ansiedades?
Te pido seas sincera diciéndome ¿Están solo los muertos?
¿Poseen sensaciones?
¿Podrías impedir que Persefone y Mnemosina le quieten los recuerdos?
Mi hijo necesita mi abrazo calido.
Más que nadie desea sostenga su mano como lo hiciera hasta que Tánatos se lo llevó.
No pienses como deidad venerada.
Hazlo como mamá.
Cual un animal herido defenderías a tus descendientes.
Es habitual en una madre.
Permite que cada una de esas gotas doradas que pude ver en medio de la tormenta, se transforme en entelequia que pasa a la realidad.
¿Cómo despertás a cada uno de tus hijos?
El mío hace mil quinientos días está hambriento de besos y caricias de su mamá.
Zeus y vos, saben que no quiero estar más en este sitio que tanto daño produce.
Carece de sentido desperdigar el daño.
Nunca, jamás admitiré tengo un hijo muerto.
¿Podrías reconocer a uno de tus tantos herederos en esas instancias fatales.
A los golpes, inmersa en espasmódico llanto, tuve que aceptar que de la muerte nadie regresa.
Sos la tierra.
Estás rodeada de aguas de océanos y del firmamento.
Cumplime, un sueño.
Quiero darle un beso a mi hijo.
Poco me importa el lugar que ocupara.
No es necesario sea el primero que reciba en el cielo.
Debo preguntarte preocupada si está solo.
¿Quién acompaña sus noches solitarias?
¿Pueden las cenizas corporizarse?
¿Has visto la transparente sonrisa de mi hijo?
¿Has podido apreciar la luminosidad de su alma?
Seguramente se asemejan a las gotas doradas con los destellos del sol que mi mente ha transformado cada una de esa lluvia beneficiosa en alguna parte de tu dominio.
Quiero pedirte te conviertas en mensajera.
Sé lo has hecho en otras ocasiones.
Por favor decile a mi hijo adorado cuanto lo extraño.
Transmitirle, mi amor incondicional.
No seré yo quien te diga las palabras que conformen sus oídos como si fuera un arrullo.
Sabés cuales son.
En tus manos está acotar esta espera insensata.
Llevame junto a él para que podamos fundirnos en un abrazo.
Querido te amo en esta y otras vidas.
Quiero llegar a vos.
¡Ayudame!
Nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=t6aXL5f9Y_s

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