Wednesday, October 01, 2014

NAVEGANDO LAS AGUAS DEL RÍO SENA



Habíamos realizado el paseo en catamarán por el Río Sena que atraviesa París, para luego dejar morir sus aguas en el Océano Atlántico, el beso final los uniría para siempre.
Llegar a las estaciones pluviales para abordar la embarcación configura una alegría para la vista y el alma.
Calles pobladas de artistas.
Tiendas de lona verde que protegen las obras de alguna llovizna furtiva.
Fragancia a flores frescas en los canteros que se encuentra sobre el césped detrás de los tenderetes.
Dos veces hicimos el paseo, siempre queda algo por descubrir o redescubrir.
El Sena es Patrimonio de la Humanidad.
Un río de aguas tranquilas que son dragadas en forma permanente para mantener su nivel.
Obras de ingeniería como las esclusas permitieron no solo controlar la altura del agua sino en ciertos tramos hacerlo navegable para embarcaciones que provienen del mar en las zonas alejadas de París.
Un curso de agua particular sobre el que se han contado innumerables historias, dicen que Napoleón quiso que a su muerte sus restos fueran enterrados en las orillas, algo que fue denegado.
Otros cuentan que Juana de Arco al conocer su destino en la hoguera pidió que sus cenizas fueron esparcidas allí.
Al pasar los años y las anécdotas transmitirse de boca en boca se le van agregando detalles, no hay nada que pueda contradecir a quien las cuenta con gracia en el idioma más dulce del planeta.
Un río romántico en el que aseguran muchos se han suicidado arrojándose desde sus puentes cuando el amor que aleteaba en sus almas voló hacia otros destinos.
El primer paseo por el Sena lo hicimos a media mañana, la idea era almorzar en el catamarán.
Abordamos la embarcación en la estación pluvial de La Bastilla, desde allí la vista no podía ser más espectacular.
Los monumentos tradicionales de la Ciudad Luz, las iglesias más famosas se observaban desde otra perspectiva.
Fue un paseo en el que el guía nos brindó todo tipo de información que nos ayudaría a comprender a los parisinos en especial, sus gustos, el amor al arte inspirado en todas las bellezas que se encuentran en el sitio.
Música suave para acompañar el almuerzo servido en las terrazas del navío.
Coloridas sombrillas cubrían cada mesa del sol del estío.
Desde nuestra ubicación pudimos mirar una escuadra de gaviotas que volaba sobre la estela de espuma blanca que dejaba el paso lento y seguro del navío.
Ellas buscaban comidas, para atraer a los turistas parecían que bailaban una danza  armoniosa.
Un espectáculo que para siempre quedaría grabado en nuestras retinas.
Despedimos a los amigos que nos habían acompañado en el viaje, cada uno regresaba a sus actividades.
Nosotros decidimos quedarnos una semana más.
Alquilamos un auto para que nos llevara hacia donde el instinto nos indicara.
Conocimos pequeñas bodegas artesanales, no puedo llamarlas negocios que se van heredando desde tiempos inmemoriales, todo aquello que se hace con arte y amor no tiene precio como para catalogarlo de simple negocio.
Debíamos aprovechar esa semana, por la mañana recorríamos lugares alejados de la ciudad, el crepúsculo nos encontraba en cualquiera de las plazas de la ciudad del amor.
Dejamos que un artista nos retratara a lápiz.
Tuvimos tiempo de recorrer negocios para llevar recuerdos a nuestros amores que aguardaban a miles de kilómetros de distancia.
No dudé en entrar a los locales que vendían fragancias, allí me di cuenta que hay marcas que no llegan a mi país y las más ricas son las desconocidas.
Perfumes suaves e intensos  a la vez.
En uno de los locales nos preguntaron si habíamos recorrido el río Sena al atardecer, fue una excursión tan recomendada que la dejamos para el último día.
Abordamos el catamarán en la estación pluvial de Louvre.
Los rayos de sol comenzaban a irradiar menos calor.
Degustamos copas de champagne, un chansonnier nos deleitaba  acariciando el acordeón, cada movimiento le arrancaba gemidos de placer al instrumento musical..
La brisa se hacía sentir con intensidad, no quisimos bajar al interior del navío.
Lentamente nos acercábamos al punto de partida.
El sol se sumergió en las aguas.
Violetas y magentas cubrieron el firmamento.
Fulgurantes las estrellas comenzaban a titilar encendiendo la noche, pronto aparecería vestida de plata la luna.
Misteriosa mostraría solo la mitad de su cuerpo plateado.
Tiempo de reflexión y promesas de amor.
Cerca se recortaba sobre la esfera azul oscuro la figura de Notre Dame iluminada a giorno.
Más allá se destacaba otra basílica, Sacré Coeur mostraba su corazón latiendo a la humanidad.
El periplo terminaría en la estación pluvial de la Tour Eiffel.
Llegamos al hotel para preparar las maletas con el alma colmada de luz y sabiduría.
En el aeropuerto Charles de Gaulle, un pájaro de alas plateadas nos llevaría a reunirnos con el resto de la familia.
Soñamos con volver, las utopías muchas veces se convierten en realidad.


http://www.youtube.com/watch?v=Iw3gn1Ij7mQ

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