Saturday, April 08, 2006

LA BAILARINA

Sobre el escenario se destacaba su grácil figura, ataviada con su vestido de tul rosa.
Una pequeña red de flores cubría sus cabellos anudados en la nuca.
Su cara se parecía a una antigua muñeca de porcelana, de ojos azules, sombreados por espesas pestañas.
Esa boca de rubí era la que deseaba, para fundirse en un beso de miel y fuego.
Las piernas largas dibujaban piruetas que a veces apuntaban al universo.
Danzaba como un pájaro aún sin alas, elevaba sus manos al cielo al son de esa maravillosa música como queriendo hacer llegar al infinito una plegaria.
Desde una butaca él la observaba extasiado.
La amaba con pasión cristalina, la deseaba.
Se preguntaba quien habría esculpido la belleza de su amada.
No podía creer que esa mujer que en cada paso entregaba el alma, pronto sería un cuerpo inerte y quieto, que a la muerte con su danza la vida ofrendaba.
Con los acordes de la música que finalizaba él angustiado escondía sus lágrimas.

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