Monday, April 24, 2006

PLAZA DE LA REPUBLICA

Como todos los jueves Delia sabía que en la plaza los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional llevarían a cabo su reclamo.
Le gustaba la música clásica y en su silla de ruedas fué al lugar.
Buscó la sombra de un añoso árbol y se dispuso a escuchar tan original protesta.
El trino de los pájaros se confundía con las cuerdas de los violines.
Los árboles teñidos de oro otoñal eran el marco perfecto para ese espectáculo.
Con sus dedos seguía el compás de la música.
Cerró los ojos y su vida comenzó a pasar como una película.
Pudo ver su primer baile, aquel en el conoció al hombre de sus sueños, sentía que tenia el mismo vestido de encaje y seda color esmeralda que hacía juego con sus ojos.
El perfume de las flores que adornaban sus castaños cabellos estaba presente.
También el brazo de Enrique rodeándole la cintura, su respiración agitada.
En el jardín había sentido su mano que amorosamente se apoyaba en su cuello y nuca para robarle el primer beso.
Luego vinieron los hijos a poblar esa casa mágica poblada de amor, duendes y flores.
La vejez los encontró solos, acompañados de sus recuerdos.
Enrique había partido unos días antes, en un viaje en el que Delia no sería su fiel compañera.
La orquesta seguía con su protesta.
Con los acordes de un vals ella viajó a su último destino, reunirse otra vez con el amor de si vida, último viaje para confirmar un amor eterno.

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