Monday, March 15, 2010

SIN CONDENA




Marcos es un locuaz jubilado.

Los hijos están grandes, los nietos ausentes.

Decide ocupar el tiempo libre paseando con Azucena, su esposa.

La idea es conocer el país o una parte de él en auto.

Los primeros destinos son cortos.

Cada lugar de la patria lo maravilla, conoce paisajes y su gente.

Los regresos están cargados de anécdotas.

Las fotos muestran las más bellas imágenes.

Les comunica a sus hijos que viajarán a Ushuaia, ellos no están de acuerdo que utilice el auto para un viaje tan largo.

Marcos promete que por nada del mundo dejará de visitar la ciudad más austral del planeta, se tomarán todo el tiempo que necesiten para llegar a destino en etapas.

No está dispuesto a viajar en avión por medio de una agencia de turismo, ello implica cumplir horarios, observar los paisajes a vuelo rasante escuchando a los guías que hablan como si tuvieran un chip incorporado.

Utilizará los días necesarios para llegar.

El viento sureño no descansa.

Se alojan en una cabaña de madera, los techos a dos aguas de tejuelas rojas la hacen parecida a las que muchas veces ha visto en los libros de cuentos de los más pequeños.

Los bosques de alerces y pinos brindan al pasajero un poco de sosiego.

El tren de trocha angosta se asemeja a un juguete, la locomotora a vapor lanza directo al cielo un humo gris, casi blanco, intentando llegar a las nubes.

Al final del camino está la antigua cárcel convertida en museo.

De la mano de su mujer recorren los pasillos, imposible imaginar que los viejos calderos que hay en el centro, pudieran abrigar a la población carcelaria.

Las celdas se conservan como antaño, impactado se fija en la que ocupaba Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo.

Una fotografía, un breve historial para informar al turista.

En Buenos Aires se dedicará a investigar la vida del criminal más precoz de Argentina.

Busca bibliografía.

Mientras su esposa se queda en la casa, intentará encontrar testigos.

Tarea difícil, han pasado casi dos generaciones, sin embargo algo le dice que tendrá cierto éxito.

Pasan pocos días hasta que se encuentra con un cartonero, deben tener la misma edad.

Le ofrece un cigarrillo.

Sentados en el banco de una plaza, su ocasional amigo le comenta que su padre estuvo en el penal del sur.

Muchas veces recogiendo leña intentó matar a Santos, las historias que lo habían llevado a la cárcel eran espantosas.

Se despiden con un apretón de manos.

Marcos está dispuesto a reconstruir los asesinatos cometidos por Godino.

Emprendimiento titánico, no puede acceder a la escena del crimen, los indicios se han borrado por el paso del tiempo, los delitos prescriben.

Decide tomar el subte, baja unas estaciones antes de su casa.

El edificio que se levanta en José María Moreno y Rivadavia es como cualquier otro.

El portero acomoda las bolsas de residuos en el canasto, cuidando de no romper las hojas de una planta tan bella como extraña.

El hombre le dice que desconoce el nombre del árbol, tiene flores perennes de color blanco, agrega que en una época del año sin motivo que lo justifique, nacen capullos rosados.

Pocos saben que allí Santos Godino enterró con vida a una pequeña.

Por ese crimen bárbaro no fue condenado, la impunidad exisitió siempre.

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