Friday, November 01, 2013

ECOS DE LLUVIA



Pasé la noche en un punto intermedio del destino final.
Salí cuando las luces del  alba clareaban el cielo hasta hacía minutos oscuros, cavernosos. Que la noche se había despedido.
La hostería en la que me alojé era cómoda en su sencillez.
Del frío glaciar  de mi lugar de residencia pasaba a una zona cálida.
La brisa nocturna lograba imprimirle al cortinado un movimiento ondulante,tanto que me hizo recordar a seres que había transitado por mi vida.
Pude recordarlos a todos y cada uno, algunos lograron que adquiera experiencia.
Los menos, seres opacos, moradores de abismos insondables a los que no quise pertenecer, a ellos les obsequié sano silencio.
La vida es demasiado valiosa como para desperdiciarla tratando de entender utopías en las que la maldad tiene el cetro de las monarquías con los pies sumergidos en el lodo.
De esos terrenales huyo, no me dejan nada..
No los critico, viven en el mundo que han construido.
Dejo atrás los pensamientos vacilantes, jamás  creí  en loas y alabanzas superfluas.
Tomé aquello que me permitió crecer, la opacidad vive en los  abismos que jamás se me ocurriría explorar.
Mi dogma es  no perder el tiempo, más adelante si así lo eligiera  tendré tiempo de contaminarme.
El empleado del hotel sabía que saldría temprano para continuar mi viaje.
Silencioso, dejó el desaguo sobre la mesa.
Sobre la bandeja dejó una flor , preciosa, con multiplicidad de coloridos pétalos, sabría después que esa margarita de centro amarillo como el sol era una zinia.
Era una señal, la llevaría prendida del espejo retrovisor hasta  que llegara a destino.
Durante la noche los empleados de la estación de servicio quitaron las manchas que habían quedado adheridas en el parabrisas.
También habían quitado los vestigios de las mariposas nocturnas pegados al radiador del vehículo.
Prometí pasar al regreso.
Surqué la ruta que me llevarían al centro  del país.
Mi destino era Córdoba.
A los costados del cambio el paisaje parecía muerto, el verde había cambiando por el ocre de la sequía.
Los animales morían de hambre y sed.
Los recuerdos se agolpaban en mi mente.
En las sierras cordobesas años atrás y por vez primera me había subido a un árbol.
Mi héroe preferido, mi padre, con paciencia me bajo de las alturas tenía seis años.
Hoy treinta años después, siento el ardor que provocó la rama de un árbol en mis piernas.
El dolor de la infancia no logró que claudicara en mis intentos  de explorar lo desconocido.
Recuerdos color sepia quedaron registrado en una foto.
Hoy siento como entonces las caricias de mi padre, las lágrimas de impotencia al observar la inmensidad desierta de naturaleza.
Las lágrimas sucumben ante los recuerdos.
Las heridas  de la tierra me retrotraen a aquella temporada de vacaciones.
Estoy a punto de llegar a la Catedral de Córdoba.
Ingreso sin necesidad de portar una mantilla que cubra mis cabellos.
Admirada redescubro los frescos que adornan  los techos cóncavos.
Elevo mi oración por todos, por los amigos y también por aquellos que se vistieron de tales.
No guardo rencor hacia nadie, por ellos rezo para que un Ser Superior los ilumine.
Antes de despedirme de la Catedral le pido a la virgen María que derrame lágrimas, tantas que puedan borrar las heridas que  el suelo dejó al descubierto.
La flor en el espejo está intacta, una delicada fragancia  indica que voy por el camino correcto.
Serpenteo valles y quebradas, convoco a la lluvia, antes de llegar a las cercanías de Mina Clavero me detengo ante la imagen del Cura Brochero, a él le dejo mis plegarias.
Reinicio el camino, Estela me espera en su casa.
En ese instante comienza la lluvia tan anhelada, tan necesaria.
No pude disfrutar de las aguas cristalinas de unos de los ríos que alimenta su caudal.
Rumoroso le canta a las piedras.
Por fin la lluvia apareció esplendorosa vestida de gotas cristalinas.
Pasé varios días en la región, la lluvia celestial ha propiciado que no haya grietas en la tierra.
Debo desandar el camino.
Me conmueven los colores verdes recuperados.
Los animales abrevan en los arroyos semanas atrás extinguidos.
Las garzas muestran siluetas espectaculares al borde del agua.
Corto camino por rutas desconocidas el paisaje es de ensueño, la lluvia es mi compañía.
Manejo con prudencia, en pocos días estaré abrazando a  mis seres queridos.
Sé que la lluvia rebosante de lágrimas ha posibilitado que el paisaje fuera diferente.
Pertinaz, consecuente ha convertido la tierra árida en floreciente simiente de nuevos desafíos, todo reverdece cuando la esperanza es el  único derrotero.
Solo te pido que me acompañes con tu pensamiento,no es mucho si anhelamos un mundo mejor.


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