Wednesday, January 16, 2013

CRISTALES ROTOS





En la Ciudad que resido no está permitido se erijan edificios de gran altura, rige una disposición que me parece perfecta, solo permite construcciones que no superen los tres pisos, de esa forma no se pierde la cualidad y calidad urbanística.
Hace dos años de un crucero bajaron varios ingenieros y arquitectos, quedaron encantados con las vistas y paisajes del lugar.
El cambio los favorecía, a ellos no les importaba colocar los cimientos de sus sueños a pocos kilómetros del centro, sabían que en las provincias pequeñas las distancias se acotan.
Cuando vi por primera vez los planos de la futura edificación me pareció un sueño difícil de cumplir.
Lejos de amilanarse ante semejante inversión adquirieron un extenso predio, rodeado de bosques de lengas y arrayanes que no tenían pudor al mostrar sus panzas color canela.
Se respetaría la vegetación el espacio era suficiente para construir sin dañar el sistema ecológico.
Seguí con sumo interés cada paso que  daban para ellos era un desafío, para mi también considerando que no creo en las obras mesiánicas.
Sobra decir que la industria de la construcción se reactivó, tanto que tuvieron que solicitar trabajadores de provincias cercanas.
Hace dos semanas se inauguró el primer edificio inteligente de la zona.
¿Me preguntaba qué tendría de especial?
Todos fueron convocados al festejo, era la primera vez que una construcción despertaba tanta curiosidad, entre los asistentes votaron el nombre.
Por amplia mayoría el nombre elegido sería Libertad.
Cubrí la noticia, no obstante necesitaba conocer más.
Con autorización de la empresa constructora lo visité en soledad, soledad que me permitiría llegar al fondo de la cuestión para resolver un enigma.
El encargado me esperó en las escalinatas del edificio.
Asombrada recorrí las instalaciones.
La entrada parecía salida de un cuento.
Imposible dimensionar la recepción, paredes revestidas con madera belga, estaba probada la resistencia de la misma.
Flores autóctonas contenidas en maceteros, espejos en uno de los laterales, en el otro un acuario mostraba especies de la zona.
Ascensores a ambos lados, pregunté si podía utilizar el elevador de cristal, ubicado en el centro.
Los primeros pisos estaban destinados a oficinas, el resto a adquirentes privados.
La ascensorista llamó mi atención parecía un ángel a punto de desplegar sus alas.
Pensé que estaba soñando,  me explicó que en el subsuelo habían instalado motores que permitían girar el edificio, de manera casi imperceptible, de esa forma todos los consorcistas tendrían la oportunidad de observar el majestuoso paisaje.
Conocí la vida de cada uno de los dueños de los departamentos.
Sentí opresión cuando supe la historia de un hombre solitario, su propiedad era la única que no tenía sensores ultra modernos para ingresar.
Permanecía aislado siempre, las pocas ocasiones en que se escuchó su voz gutural fue para mostrar el resentimiento que anidaba en su alma impiadosa.
No está disconforme sino peleado con la vida que le ha tocado vivir.
No deseaba conocer más de una historia tan turbia donde el protagonista está prisionero de su voluntad.
En el último piso instalaron una piscina aprovechando las aguas termales del lugar.
Un deleite escuchar las risas de los más pequeños y los que no lo eran tanto.
Profesores para cada actividad contenían a todos.
El revestimiento de cristal lograba una perfecta visibilidad.
Si tuviera que definir ese espacio lo compararía con el Paraíso que tan bien transmitió Dante en la Divina Comedia.
Nos dirigimos al bar del natatorio, desde allí la vista panorámica ofrecía la magnificencia natural.
El sonido de los cristales rotos nos puso en estado de alerta.
La tristeza con lazos imaginarios anudó las gargantas, las risas callaron para transformarse en alaridos de espanto.
El ulular de las sirenas ahuecó el silencio.
Cristales desparramados por doquier, el solitario para siempre había acallado su voz.

http://www.youtube.com/watch?v=pRaPBZxW5A0

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