Monday, May 26, 2014

ALMAS GEMELAS Y EL HOMBRE DE LA SILLA



Ema y María son hermanas gemelas.
El destino quiso que nacieran en una patria lejana al lugar donde habían visto la luz de la vida sus ancestros.
Ambas conservan los rasgos eslavos de su patria lejana.
Desde pequeñas aprendieron a valorar todo aquello que se consigue a través del propio esfuerzo.
Desde muy chicas aprendieron a expresarse en las dos lenguas, la que otorga la nacionalidad y aquella que viene por herencia.
Sus padres decidieron buscar nuevos horizontes.
Polonia era una región convulsionada pensando en el futura descendencia.
En esas circunstancias decidieron migrar a Argentina.
Buenos Aires los recibió con los brazos abiertos, una ciudad que nada tenía que envidiarle a las metrópolis europeas.
Dorek es ingeniero, no le costaría demasiado tiempo revalidar el título para trabajar en una empresa radicada en Belgrano.
Agnes su amada esposa una experta artesana que a todos deslumbraba con sus creaciones.
En el instante que se enteraron de la llegada del primer heredero optaron por mudarse al sur.
Adquirieron una casa cómoda a orillas de un lago.
No fue difícil para Dorek conseguir trabajo.
Comenzó a prestar servicios en un astillero.
Trabajador como pocos no tardarían en llegar los ascensos.
Agnes vendía su trabajo en ferias que reunían a las comunidades provenientes de distintos lugares del mundo.
Meses después distintos estudios indicarían que serían dos seres los que crecían en el vientre de la madre.
No quisieron conocer el sexo de los bebés, la vida los había bendecido doblemente con la llegada de sus hijos.
Dorek redobló esfuerzos,no quería que su amada esposa se expusiera trabajando.
Concertaron que solo sería el papá quien se encargara de ser el sostén de la familia.
En pocos meses se produciría el nacimiento de las gemelas, no tenían nombres elegidos, solo sabían que optarían por aquellos que fueran sencillos de pronunciar.
Agnes dio a luz a sus hijas.
Cual bellos pimpollos comenzarían a iluminar el designio del matrimonio.
Nadie dudaba de la belleza de las pequeñas, cuerpecitos tibios, rosados, ambas se destacaban por el color de sus miradas de cielo.
Coincidieron en llamarlas Ema y María, nombres sencillos que no serían objeto de las burlas en el caso de haber elegido el de sus ancestros.
Las niñas eran el orgullo de sus padres, nadie podría describir con palabras la belleza genuina con las que habían sido bendecidas.
Pese a ser gemelas los caracteres eran opuestos, Ema inteligente y retraída.
María semejante a una chispa capaz de encender cualquier fuego.
Ambas se recibieron con notas brillantes, Ema optó por el camino de la psiquiatría, María sería una cineasta reconocida.
Con mucho sacrificio por parte de sus padres gozaron de un viaje de placer y estudios de perfeccionamiento.
María trataba sin suerte de estimular a su hermana mostrándole imágenes de los sitios que había conocido.
Pese a ello Ema prefería recluirse en su habitación.
Aún cuando durmiera el televisor permanecía encendido.
Nada lograba despertarla del sueño profundo que se apoderaba de su ser quieto.
El cabello dorado desparramado sobre la almohada, el cuerpo apenas cubierto por la fragilidad de una sábana dejaba adivinar las curvas perfectas de la figura yaciente en brazos de Morfeo.
María asistía a todos los espectáculos y conferencias que la ayudaran a perfeccionarse.
En una ocasión llegó a un estudio de televisión afamado, contestaría a todas las preguntas a las que fuera sometida, disculparía la ausencia de Ema.
Su ingreso al set fue ovacionado, silbidos de admiración acompañaban los aplausos.
En medio de la entrevista algo llamó su atención.
En un costado del estudio había una simple silla que pronto sería ocupada por un hombre extraño.
Ocultaba su rostro con una máscara.
Máscara que no tenía aberturas que permitieran la respiración, tan delgada que parecía que había nacido con ella.
El monitor en el que mantenía fija su vista lejos estaba de mostrar el estudio en el que se hallaba.
Al concluir la entrevista se acercó al enigmático hombre que ocupaba la silla rudimentaria.
Las imágenes mostraban el sueño profundo de Ema.
El sonido devolvía la respiración pausada de su hermana.
Corrió al hotel en búsqueda de su gemela.
La cama mostraba la figura de una persona que allí había estado durmiendo.
Restos de cabellos dorados estaban posados en la almohada.
No dudó en llamar a las autoridades.
Mientras esperaba miró el monitor, el hombre de la silla no estaba solo, compartía la simpleza de la silla con Ema.
El instinto la llevó a fotografiar la pantalla.
Descargó las fotos en la computadora, amplió cada detalle con el  propósito de verificar que era su hermana.
Han pasado muchos años, nada se sabe del destino de Ema.
Los investigadores aumentan la recompensa año a año para quien pueda brindar datos o la identidad del hombre de la silla.
Millones de fotos con el rostro de la muchacha recorren los sitios más alejados del  mundo.
Por ahora la búsqueda ha resultado infructuosa. 

Nadie conoce el destino del hombre de la silla que se llevó a Ema.

http://www.youtube.com/watch?v=bcCt65txeQU

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