Sunday, October 19, 2008

FRUTOS ROJOS




Al regresar de una de sus expediciones el Rey Nabucodonosor decidió que debía encontrar paz para su pueblo, para ello desposaría a la princesa Amytis.
Para concretarlo se dirigió al reino de los Medos, de esa forma encontraría una mujer que acompañara su vida y a la vez uniría dos regiones.

La bella princesa había nacido en un palacio rodeado de colinas exuberantes de vegetación, amaba la naturaleza tanto como a su vida.
En su cuarto principesco, no faltaban las flores recién cortadas.
Nabucodonosor le atraía pero a la vez se negaba a mudarse a un sitio que en nada se parecía al lugar que había nacido.

El monarca, guerrero incansable, también era un gran constructor, nada quedaría librado al azar. Junto a su palacio ordenó edificar el que ocuparía su futura esposa, para tal fin hizo traer grandes piedras capaces de contener la humedad.

Las terrazas escalonadas contendrían plantas y flores exóticas traídas de distintos lugares del mundo, una máquina semejante a una noria sería utilizada para regar el lugar.
La escaleras llevarían directamente a la costa del río.

En poco tiempo el paisaje sería parecido al lugar de nacimiento de la futura reina.
La ceremonia matrimonial fué fastuosa, a ella acudieron, emperadores, reyes y princesas de lugares lejanos.
Reconocidos orfebres construirían las joyas que serían utilizadas en la ceremonia de casamiento
Amytis no sabía la sorpresa que le tenía preparada el rey, después de la liturgia, tapó los ojos de su esposa, lentamente, la guió a los famosos jardines flotantes de Babilonia, especialmente construidos para la ocasión.

Los árboles y arbustos se divisaban desde afuera de las dobles murallas de los palacios.
Las estatuas de mármol eran réplicas de pájaros, que tomaban vida en los atardeceres regalando sus gorjeos melodiosos a la nueva reina.
El paisaje fascinante, el murmullo de los aves eran el escenario perfecto para traer vida a la vida.
Colocaron macetones en los descansos de las escaleras, contenían distintas variedades de árboles, entre los que se destacaban las granadas, sus frutos rojos aseguraban la fertilidad.
El destino y el amor le obsequiarían varios hijos a la pareja real.
Ella esperaría el atardecer, en el instante preciso que el cielo se transforma en una pintura de rosados y púrpuras junto al primer destello de la luna, Amytis comunicaría a su esposo que esperaban su primer hijo.

Rápidamente se acostumbró a la belleza, el cambio de lugar no la afectó, su marido había recreado los jardines más hermosos que una mujer pueda imaginar.

Por amor a su dama el monarca, había erigido los jardines flotantes, jamás podría imaginar que años después su obra sería destruida.

Desde entonces solo quedan ruinas a orillas del río Eúfrates.
La destrucción no pudo lastimar los árboles de granadas, los frutos rojos asegurarían para siempre la fertilidad de las mujeres.

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