Friday, March 06, 2009

EL LLANTO DEL FARAÓN




El palacio imperial miraba hacia el Río Nilo,
La vista se perdía en el curso de aguas aún serenas.
Al amanecer las lugareñas lavaban la ropa, enfundadas en coloridas polleras y blusas blancas que dejaban adivinar sus curvas.
Los canastos vacíos pronto se colmarían de rompa limpia.
Osiris apoyado en un bastón de ébano con puño de oro caminaba delante de su séquito de sirvientes.
Sonriente observaba a las mujeres que hacían su trabajo en la orilla.
Escrudiñaba a todas, exhultante miraba a las más bonitas.
La noche anterior había discutido con Isis por las continuas infidelidades del monarca.
Ver semejante espectáculo a la vera del río le hacía olvidar de las rencillas que mantenía a su esposa.
Ella no comprendía que Él la amaba a su manera, pero como buen rey necesitaba sentirse halagado por otras féminas.
Mientras el faraón elegía muchachas jóvenes y bellas para agregar a su harén, Isis llamó a sus aposentos al hombre más anciano del reino.
En una bolsa guardaba monedas de oro, así pagaría el trabajo encomendado.
El anciano advirtió a la gran esposa real que los cambios se irían dando de a poco.
Ocultó las monedas entre sus ropas.
Isis paseaba por los jardines perfumados del palacio cinetos de especies traídas de lugares remotos ofrecían su fragancia.
Los tamarindos estaban cargados con frutos color café, era uno de los árboles predilectos del rey.
El trabajo había comenzado.
El estanque de agua comenzó a secarse, igual destino corrieron las flores de loto.
Lentamente morían los peces, los canarios que estaban al borde del estanque huían con destino incierto.
Los gorjeos se perdían en la inmensidad del crepúsculo rosado y violeta.
Distintas clases de árboles comenzaban a perder la corteza, la sabia que recorría las entrañas se convertía en piedras verdes..
Osiris nunca pudo conocer el misterio de semejante devastación.
Isis en un papiro notificó su ausencia, jamás volvería a compartir nada con su esposo, se recluiría en una isla erigida cerca del río más largo del mundo.
El mundo vegetal moría inexorablemente.
Ese día conocerían el llanto del faraón.

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