Wednesday, September 29, 2010

RENACER




Marianela despertó en el desvío.
Pudieron liberarla de las ramas y otros desperdicios con los que Mauro había intentado ocultar el cuerpo de su mujer creyendo que había muerto y era la mejor manera de deshacerse de ella.
Cronos avanzaba sin prisa y sin pausa, creía desfallecer, tenía sed y hambre, como pudo extendió las debilitadas manos hasta llegar a un fruto de calafate, el jugo sació su sed infinita.
Le dolía el cuerpo que había sido arrastrado hasta ese camino imperfecto, por el hombre que tanto había amado.
Las noches sureñas aún en verano son gélidas.
No podía moverse, menos pedir auxilio, sin embargo sus rezos constantes la ataban a la vida.
En tantas horas de desazón, la sostenía pensar en un mundo diferente, en recomenzar nuevamente alejando los recuerdos que si bien habían sido hermosos y compartidos, el final de la pareja logró que conociera el odio y el resentimiento de ese ser que tanto idolatraba.
Los proyectos estaban sepultados, no así sus ansias de seguir viviendo.
La noche clara del sur convocaba todos los miedos.
Resistiría.
La última noche que pasó debajo de las ramas creyó morir.
Todas las sensaciones se apoderaban de su debilitada mente.
Un destello de luna que alguna vez fuera preludio de un beso sabroso en ese momento parecía el inicio de un camino sin retorno.
Tenue la llovizna lavaba las heridas que tenía en el cuerpo.
Ningún alquimista podía haber logrado el perfume que sentía.
Hojas verdes que se resistían a morir, olor a tierra seca que volátil se elevaba al cielo.
Perfume de azucenas, iguales a las que alguna vez le habían regalado.
Durmió todo lo que pudo.
Trató de mantener los ojos cerrados esperando un milagro.
Intentó prisionera viajar en un tiempo sin tiempo.
Sueños de piratas que la rescataban la hacían regresar de sus delirios.
Seres de otras etnias que amarraban sus navíos en el puerto.
El chirrido de los neumáticos en la autopista recién inaugurada la puso en alerta.
Los gritos se ahogaban en su garganta, gimió tan fuerte como le permitían las fuerzas.
Una joven mujer divisó la figura debajo de los árboles talados sin piedad, la misma que no habían tenido con ella al arrojarla a la vera del camino.
Las lágrimas rodaban por el rostro sucio, lastimado cuando sintió la mano de esa mujer desconocida que le hablaba.
Tardó tiempo en recuperarse, la dueña del vivero la cuidó como si fuera una hermana.
Allí nadie la encontraría, nadie le haría más daño.
Hoy Marianela vive entre las flores, no duda en hablar con ellas.
A cada especie bautizó con un nombre.
Mañana quedará al frente del comercio.
La propietaria debe cumplir obligaciones que la mantendrán alejada por mucho tiempo alejada de su patria.
Por precaución no irá a despedirla al aeropuerto.
Antes de la partida prepara un ramo de flores, rosas, alelíes multicolores semejantes a los que la miran desde un cuadro, azucenas blancas, follaje verde, celofán para contenerlas, en el moño un ramito de violetas para que Marcia guarde en sus más caros recuerdos.
Un tarjeta que agradece los momentos vividos, la posibilidad de renacer cada día, lo mucho que ha aprendido en esta nueva vida.
Abrazos y lágrimas en la despedida.
Sin la contención de su tutora a Marianela la esperan nuevas historias


http://www.youtube.com/watch?v=MAIJUmsGnI4&feature=related

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