Thursday, December 09, 2010

ENCUENTRO INOLVIDABLE




Mira el pasaje nevado mientras recorre el camino que la llevará al aeropuerto.
Ansía que no surjan problemas, aún cuando nada puede empañar su alegría.
Semanas atrás la sorpresa había llegado en un sobre.
Su amor de toda la vida estaba trabajando en Roma.
Cuando apareció la oferta laboral no dudaron en separarse temporalmente, seis meses pasaban rápido, invertirían lo ganado para terminar la casa de sus sueños en ese paraje remoto del país que habían nacido.
Julio en el sur es impiadoso, las nevadas se suceden continuamente, los techos de las viviendas son un tobogán para los copos blancos que quedarán en la calle para disfrute de los más chicos.
Se comunicaban a través del teléfono, la magia de la tecnología les permitía verse por medio de la camarita incorporada a la computadora.
En ninguno de los mensajes hablaban de la distancia que imponía el océano.
Cerraba el estudio de arquitectura a la seis de la tarde, el resto del tiempo lo ocupaba para hablar con su amor.
Jamás le mencionó la posibilidad de un viaje.
Días antes armaba la maleta, cargó ropa de verano que no había llegado a estrenar.
En Ezeiza anunciaban que en pocos minutos saldría el vuelo que la dejaría en la Ciudad Eterna, doce horas de viaje acrecentaban sus ansias.
Fiumicino estaba poblado de gente, allí estaría dos horas para embarcar rumbo a la Isla de Capri, tiempo suficiente para cambiar el atuendo por ropa veraniega y retocar el maquillaje.
Necesitaba estar espléndida para el reencuentro en ese sitio mágico.
Tembló de emoción al abrazarlo.
Un taxi los dejaría en el hotel enclavado a orillas del Mar Tirreno.
Desde la habitación observaban los catamaranes cargados de turistas.
Bugamvilias fucsias y blancas se casaban armoniosamente, nacían pequeñas flores rosadas que impregnaban con su aroma el sitio elegido.
Mañana radiante, el sol asomándose en el agua hasta quedar dorado y desnudo prendido del cielo.
En dos horas saldría el navío que los llevaría a recorrer la isla más bella.
Desayunaron en la confitería de la estación naval.
Ruiseñores se posaban sobre las flores.
Clima perfecto para conocer las maravillas escondidas en el mar azul y transparente, parecido a ese otro que había quedado a miles de kilómetros de distancia.
Abordaron la lujosa nave, todo era alegría, no alcanzaban los ojos para admirar tanta belleza.
Antes de llegar a la cueva azul algunos pasajeros subieron a pequeñas lanchas, otros se dedicaron a nadar en ese espejo de aguas mansas.
Tomados de la mano rieron al agachar las cabezas para evitar chocar con las piedras que el agua cantando había cincelado.
En esos sitios las sorpresas no terminan nunca.
La embarcación había aminorado la marcha, no alcanzaban las máquinas y filmadoras para capturar la majestuosidad del paisaje.
Al salir de la caverna, los Faraglionis mostraban su hermosura pétrea.
Testigos de piedra presenciarían el intercambio de anillos entre dos seres que se amaban más allá del tiempo.
Al regreso compartirían un brindis con los pasajeros.
Habían sellado un amor sincero.
La luna se reflejaba en el agua invitándolos a sumergirse en ella, nadaron un buen rato.
Noche espectacular, arenas blancas, sombras de dos cuerpos formando solo uno.
Renovaron promesas.
Esa isla encantada sería el lugar elegido cuando ante Dios unieran eternamente sus almas.

http://www.youtube.com/watch?v=__1AkXm8eec&feature=related

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