Monday, July 10, 2006

EL PROFESOR

Cursábamos el último año de la facultad.
Allí estaba él, no era lindo ni feo, sí, interesante.
Trataba de explicar su materia escondido detrás de sus gruesos anteojos.
Ni bien comenzaba la clase, la buscaba con la mirada.
En el tercer banco estaba ella, ojos almendrados, larga cabellera y cuerpo de gacela.
No podía concentrarse ante tanta belleza, el resto del alumnado se daba cuenta.
La clase parecía dirigida a una sola persona y él al frente rojo de vergüenza.
Su timidez le impedía entablar cualquier diálogo.
Trubado la invitó a tomar un café ella aceptó.
Comenzaron a frecuentarse, la pasaba a buscar con su auto, estaba encandilado con su belleza.
Su risa mostraba no solo su simpatía, también esos hoyuelos que adornaban su cara.
La invitó a bailar, ella apareció como una diosa enfundada en un vestido rojo que mostraba la palidez de su espalda.
La quería solo para él y decidió que la única manera de tenerla para siempre era matandola.
En la quietud de su habitación la sueña y se abraza a esa pequeña caja.

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