Friday, November 28, 2008

EL CANTO DE LA SIRENA


Se hundió sin saber como emerger.
El mar su amigo desde siempre le jugaría una mala pasada.
Desde la orilla admiraba el ir y venir de las olas, el sol jugando a esconderse en el agua, en pocas horas le cedería el espacio a la luna para que se mostrara orgullosa vestida con destellos plateados.
Con la túnica blanca parecía una deidad, húmeda dejaba adivinar la belleza de sus formas.
Ella lo sabía.
Muchos hubieran intentado poseerla, pero su alma tenía un dueño ausente, no le importaba, presentía que el amor sería capaz de borrar los malos sentimientos de ese hombre que había conocido hace tiempo, al que se entregó sin reservas, como hacen todos los seres que aman cuando los embarga la sensibilidad sincera.
Ella piensa en la inmensidad del océano, espejo celeste que guarda los secretos.
La fuerza del agua la arrastró mar adentro.
Inútil oponer su fuerza o intentar nadar, lentamente iba descendiendo a un abismo desconocido.
Se concentró en los recuerdos que anidaban en su mente, de esa manera podía admirar los paisajes acuáticos, unos metros más y sus pies se posarían en la arena.
No entendía cómo podía respirar sin ayuda.
Coloridas flores coronarían su larga cabellera.
Miraba la claridad del agua y veía a los delfines danzando, lejos para abrazarlos, cerca de su corazón inquieto.
Cansada se recostó en un banco de corales.
Al despertar la mitad del cuerpo se había transformado, escamas brillantes ocupaban el lugar de sus piernas, una larga cola dejaba marcas en la arena.
¿Era ella?.
El corazón y la mente intactos.
Las sensaciones serían su compañía desde ese instante.
Lloró recordando el pasado, sintió el calor de labios deseosos esos que beben el almíbar de los besos apasionados, los mismos que hacen tambalear al más fuerte.
El amor es una lucha que se juega de a dos, se comparte sin importar el lugar en que se genera.
La nueva imágen le impediría acercarse a los seres que más había amado en la superficie.
Dedicaba el canto lastimoso al hombre de su vida, tal vez pudiera escucharla.
Así nació la primera sirena.

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